Cuando nos detenemos un momento a reflexionar críticamente sobre nuestras celebraciones, nos damos cuenta de que muchas de ellas están relacionadas con nuestras costumbres y tradiciones, con variaciones según las culturas, las religiones y las diversas situaciones de nuestro planeta. Sin embargo, todas ellas, consensuadas por circunstancias históricas y sociales, están cargadas de simbolismo, expresión del sentido de la vida en sus más diversas manifestaciones.
Así celebramos también el paso del año, el final de un año y el comienzo de otro nuevo.
Lo celebramos para dar la bienvenida a una nueva etapa, a una nueva oportunidad de hacer realidad nuestros deseos más profundos y deseamos un feliz año nuevo, porque nos gustaría poder dar la vuelta al año, marcando el final de una etapa, dejando atrás todo aquello que fue negativo, no arrastrándolo al año siguiente. Este profundo deseo de transformación, celebrado colectivamente, tiene una energía renovadora que nos empuja hacia más y mejor.
El 1 de enero fue proclamado Día Mundial de la Paz por el Papa Pablo VI. La palabra paz se pronuncia y repite innumerables veces en los deseos de Año Nuevo que intercambiamos entre nosotros. Sí, deseamos la paz. Pero en nuestro mundo, marcado por guerras, conflictos y violencia de todo tipo, la paz parece una utopía inalcanzable. Experimentamos una incómoda sensación de impotencia y ambigüedad.
También sabemos que el fin de las tensiones entre pueblos y naciones es el resultado final de las decisiones tomadas conscientemente, para alcanzar este objetivo. Así que podemos y debemos preguntarnos: ¿De qué manera estoy/estamos tomando decisiones conscientes para construir la paz en nuestras comunidades y grupos?
La fe cristiana renovada en la celebración de la Natividad de Jesús, coloreada por el Carisma de Comunión y Familia que compartimos, nos impulsa a ser portadores de nuevas relaciones, inspiradas en los valores y virtudes del modelo de vida de Jesús, María y José. Se nos desafía no sólo a esperar y luchar por la paz -la ausencia de conflicto-, sino a ser una presencia de paz, desarrollando en nosotros y a nuestro alrededor el amor, la compasión, la acogida, el cuidado...
Al celebrar el primer día de 2023, dejémonos guiar por el Espíritu de Dios que está con nosotros, que nos lleva más allá del tiempo cronológico, celebrando este nuevo año como Kairós, la oportunidad de transformación en cada uno de nosotros y a nuestro alrededor.
Hna. Geni Dos Santos
Consejero General