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Pedro Bienvenido Noailles es un hombre seducido por Dios que, a los veinte años, descubre la inmensa profundidad de la misericordia divina. Nacido en Burdeos, en 1793, en plena Revolución, crece en una familia numerosa y unida. Es un joven brillante, que triunfa en todo cuanto emprende, y que puede aspirar a una brillante carrera. Pero, llega un momento en el que Dios hace irrupción en su vida y un destino insospechado se abre ante él. ¿Qué ha pasado para que este joven indiferente a toda dimensión religosa, tome la firme decisión de hacer de Dios el centro de toda su vida? El Dios único y misericordioso se le revela como la fuente inagotable de toda felicidad verdadera. La certeza absoluta del amor divino lo llevará, tres años más tarde, al Seminario de Issy, cerca de París. Pocos días antes, una gracia especial de discernimiento y total disponibilidad, que le ayuda a romper sus últimas resistencias. En el Seminario vive fielmente la llamada a la santidad que ha recibido desde el bautismo. Se siente atraído por la Sagrada Familia de Nazareth, 'dulce imagen de la Trinidad' y, en el diálogo con Jesús, María y José va concretando su experiencia de Dios. Poco a poco, descubre los aspectos fundamentales de su identidad cristiana, que se resumen en una frase: "Buscar a Solo Dios en todas las cosas, como Jesús, María y José."Es el núcleo en torno al cual se constituye el Carisma de Fundador que recibe de Dios. Un don gratuito de la gracia, con una fuerza y una vitalidad sorprendentes. Pedro Bienvenido la pone al servicio de la Iglesia de su tiempo, tan necesitada de renovación, ofreciendo la imagen de un Dios cercano, 'el rostro familiar' de una Iglesia, cuyos rasgos reconocemos en las primeras comunidades cristianas. Fiel a la inspiración divina, concibe el proyecto de una Sociedad, amplia y abierta, en cuyo seno tendrán cabida hombres y mujeres de toda condición y con vocaciones diferentes en la Iglesia: religiosas apostólicas y contemplativas, mujeres consagradas seculares, personas casadas y solteras, jóvenes, sacerdotes... Con un fuerte compromiso en la evangelización del mundo, se consagrarán a imitar la vida de la Sagrada Familia. Mediante una profunda unión en su diversidad, los diferentes miembros proclamarán con su vida que "la comunión es posible" y que la Iglesia está llamada a anunciar y a construir la gran Familia de los hijos e hijas de Dios, en Jesucristo. Ordenado sacerdote el 5 de junio de 1819, en París, el P. Noailles vuelve a Burdeos, donde comienza su ministerio en la parroquia de santa Eulalia. Su celo apostólico, su amor a los pobres, sus cualidades de discernimiento, su profunda experiencia de Dios hacen de él un verdadero pastor. Comienza el Catecismo de Perseverancia, en el que reúne numerosos grupos de jóvenes y de personas adultas. |
El proyecto de vida que propone a quienes desean participar en su obra es siempre el mismo: vivir imitando las virtudes de la Sagrada Familia, de acuerdo con la vocación, las necesidades y la situación propia. La vasta Asociación, concebida desde el Seminario, se concreta el 20 de mayo de 1820, cuando, abierto a la voluntad de Dios y animado por su Arzobispo, reúne en comunidad a tres jóvenes que se sienten llamadas a consagrarse al Señor y a responder a las necesidades de su tiempo, en este nuevo camino que se les ofrece. Comienza el largo y doloroso proceso en el que la diminuta semilla se convertirá en una árbol frondoso. Una gracia extraordinaria viene a fortalecer la confianza de la pequeña y pobre comunidad. El 3 de febrero de 1822, durante la bendición con el Santísimo Sacramento en la capilla de las religiosas, el Señor se muestra visiblemente en la custodia, se deja contemplar por toda la asamblea a la que bendice con un gesto de extraordinaria bondad. Este acontecimiento será debidamente confirmado por las autoridades eclesiásticas dado que, los testimonios de los numerosos testigos, son dignos de confianza y sin asomo de contradicción. Es el punto de partida para un rápido desarrollo de la obra del P. Noailles. Las ramas religiosa, laica y sacerdotal se afianzan y se consolidan. Durante 40 años, en medio de toda clase de vicisitudes, el P. Noailles estará al frente de la Sagrada Familia, como Fundador y Padre espiritual. Es el tiempo de perfilar y consolidar la obra iniciada, de redactar Estatutos y Reglas, de velar cuidadosamente por la formación de los miembros. Su profunda espiritualidad, su sabia dirección y la solidez de sus principios son de un valor inestimable para mantener el rumbo de la Sagrada Familia, en medio de una sociedad inestable y problemática. En una época en que el papel de la mujer carece de relevancia en la sociedad francesa, el P. Noailles sabrá rodearse de mujeres de extraordinaria calidad, laicas y religiosas, a las que confía importantes responsabilidades y que serán sus fieles, prudentes y audaces colaboradoras en todo cuanto emprenda. A su muerte, el 8 de febrero de 1861, la Sagrada Familia no será la única en llorar su pérdida. Toda una corriente de simpatía, de amistad, de veneración invade la ciudad de Burdeos. Un impresionante cortejo de personas de toda clase y condición acompañó el féretro hasta la Catedral, donde tuvieron lugar las solemnes exequias. A la tristeza de perder un amigo, un padre, un fiel consejero se mezclaba el sentimiento gozoso de descubrir un santo. La fama de santidad que había rodeado al P. Noailles durante su vida, siguió propagándose después de su muerte. El 8 de febrero de 1988, la Iglesia confirmó la santidad de su vida declarándolo Venerable, un primer paso hacia la beatificación. Pero, conviene señalar que su santidad es una santidad en lo cotidiano, una santidad que no consiste en la realización de hechos extraordinarios o prodigiosos. Pero, una santidad en la que lo extraordinario es el deseo constante de conformar su vida a la de la Sagrada Familia. Jesús, María y José "que no amaban, no buscaban, no querían más que a Solo Dios aquí abajo", fueron sus auténticos Maestros. Su contemplación se tradujo en disponibilidad, en bondad, en amor a las personas más necesitadas, en tantas otras formas de amor que, las niñas huérfanas - tan pobres ellas mismas - comenzaron muy pronto a llamarle: el Buen Padre. Un nombre que lo distingue hasta hoy. |