LAS HERIDAS INVISIBLES
Olga Sacoccio es una hermana Italiana, miembro de la Sagrada Familia que trabaja durante años con refugiados, inmigrantes y gitanos, desde Interrelaciones comparte con nosotras su trabajo y la vivencia de su misión.
El 20 de junio es una fecha que nos invita a reflexionar y a tomar conciencia del problema tan com-plejo y difícil de la inmigración y de los refugiados políticos.
Y sin embargo es una realidad global que comparten casi todos los países y que hiere nuestros sentimientos. No podemos estar indiferentes frente al sufrimiento de estos jóvenes particularmente de las mujeres.
Dejar su país de origen, significa para muchos empobrecer la propia familia. A veces venden tierras, animales, y todo lo que poseen para pagar a personas sin escrúpulos, que con frecuencia les entregan documentos, falsos con frecuencia, para salir de su país. Estos jóvenes, y otras personas cómplices de este tráfico de seres humanos, constituyen la red que se relaciona con los grandes barcos de la esperanza y llega hasta Sicilia.
Durante la travesía mueren muchos jóvenes a consecuencia de la violencia, malos tratos, enfermedad y hambre. Mujeres en avanzado estado de gestación llegan a los centros de acogida agotadas, a veces enfermas.
A los jóvenes, que han perdido todo, les queda sólo la esperanza de encontrar un trabajo, tal y como les han hecho creer, pero… ¿qué trabajo? ¿qué casa? ¿qué porvenir Se encuentran sin los documentos necesarios, no saben otra lengua que la materna, y esto hace difícil la comunicación. Hay “mediadores culturales” que permiten entrar en contacto con los consulados de sus respectivos países. El tiempo y el sufrimiento se hace largo. El no contar con nada termina con su entusiasmo y sus sueños. ¿Qué hacer?.
Cuando tomo conciencia de todo esto creo que debo participar en organizaciones sobre todo en Roma: el Centro Astalli, que regentan los PP. Jesuitas para acoger a los extranjeros y que tiene como finalidad ofrecerles ayuda y apoyo pero sobre todo intentar devolverles su dignidad de personas libres. Además hay grupos de voluntarios que se comprometen a ayudarles a nivel social y sanitario.
Yo formo parte de este servicio sanitario local, me he comprometido a colaborar con un centro para ofrecer los primeros auxilios a estos hermanos, en especial a las mujeres. No es fácil entrar en lo que han vivido, en sus tragedias personales, en su destrucción moral. Se necesitan meses y a veces años para curar sus heridas invisibles.
Otro trabajo que hago durante años es frecuentar un campamento abusivo de gitanos, que está en las orillas del rio Tíber a 4 Km. de San Pedro. No es difícil trabajar con ellos, pero es difícil entrar en su cultura. Cada sábado voy al campo para escuchar sus problemas e informarles de las estructuras socio-sanitarias de Italia para que puedan usarlas. Me ocupo sobre todo de los jóvenes, de las mujeres, de las que están prometidas en matrimonio desde que tenían 12 años. La mayor parte no tienen la posibilidad de escoger a su compañero de vida, a veces basta un día pasado juntos, para ver si se gustan o no, después los padres del uno y de la otra se reúnen para hacer el contrato del matrimonio, a través del cual la mujer se convierte en propiedad del futuro marido y pierde la relación con su familia de origen. A las más jóvenes, que no pueden llevar dote, se les invita a robar para compensar lo que no han llevado al matrimonio.
Hay un gran trabajo a realizar para que la mujer sea protagonista activa, no sólo en la familia sino también allá donde vive.
Algunas trabajan como jardineras en una cooperativa, otras tienen un pequeño puesto donde venden diferentes cosas, algunas recogen ropa usada o cosen. La mujer gitana se convierte en punto de referencia de todo el clan. Reuniéndome con las mujeres puedo ayudarles a que contribuyan a sostener la integración de los niños en la escuela pública y a aprovechar los servicios sanitarios nacionales.
Establezco con las familias no sólo una relación profesional, sino que al pasar el tiempo, se crean verdaderos lazos de amistad.
Algunas me invitan con mucha insistencia a sus fiestas de familia y de tradición religiosa nómada. La sencillez de las relaciones, el afecto que profesan, indica que se han sentido respetados y queridos aún viviendo de manera tan diferente del resto.
Sor Olga Sacoccio
Comunidad de Montenevoso
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