Nos dejó un, amigo...

Monseñor Marius Mazier, arzobispo de Burdeos de 1968 a 1989 falleció el 14 de agosto a los 93 años. Este año habría celebrado 70 años de vida sacerdotal. Para la Sagrada Familia fue no sólo un pastor sino también un amigo…

Monseñor Marius Mazier, arzobispo de Burdeos de 1968 a 1989 falleció el 14 de agosto a los 93 años. Este año habría celebrado 70 años de vida sacerdotal.

Para
la Sagrada Familia fue no sólo un pastor sino también un amigo…Para nosotras un guía alguien en quien nos podíamos apoyar incondicionalmente. Supo demostrar a nuestra familia su cariño y su apoyo. Cuando falleció Joy, nos escribió, desde el lugar donde se había retirado, diciendo: “Los vínculos fraternos con vuestra familia religiosa, que marcaron mi ministerio episcopal en Burdeos, me invitan a vivir con vosotras este fallecimiento como un luto de familia y con todo mi corazón os aseguro la comunión profunda y comparto vuestra pena, oración y esperanza. (…)” Había profundizado la espiritualidad de Pedro Bienvenido Noailles y, treinta años después, las hermanas todavía se acuerdan de los retiros que nos predicó sobre el misterio de Nazaret. Él erigió el Instituto Secular Sagrada Familia el 1 de mayo de 1988.

Las cartas que nos enviaba regularmente,  acompañadas de bonitos textos, nos han permitido mantener contacto con él y apreciar la profundidad de su vida espiritual. “Aunque con un paso cada vez más lento” como solía decir con humor, su espíritu y su corazón permanecían vivos y despiertos. Este hombre tímido, humilde, que pasaba desapercibido, tenía fuertes convicciones y un gran amor a
la Iglesia de quien tuvo que sufrir contradicciones. Según un punto de vista que muchos comparten, nunca fue nombrado cardenal por su gran sensibilidad para todo lo social. Participó en el Concilio y éste marcó su vida profundamente.

Os ofrecemos algunas reflexiones suyas que nos ayudan a meditar y en el menú “Oraciones” encontraréis una de las que él escribió y que se ha leído durante la vigilia de oración en
la Catedral de San Andrés, la víspera del funeral.

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Jesús es Dios con nosotros, Dios que comparte nuestra condición humana para divinizarla. Amar es sencillamente  vivir con los demás la fraternidad todos los días. Yo mido más la mirada, el gesto para significar la atención del corazón y mantener abierta la puerta de la esperanza”.

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“El rostros del Resucitado ilumina mi camino cada día. En el, con
la Iglesia, creo en la venida de una humanidad nueva, reconciliada, unificada por el amor y, del reino inaugurado por Jesucristo, tenemos que desear y preparar su venida.”

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“Continuemos a caminar en la luz de Aquel cuyo nombre hace brillar la victoria de la vida a través del camino de la muerte”.