Desde hace 34 años las hermanas acompañamos a una residencia estudiantil de adolescentes de entre 12 y 18 años. Algunas un poco más porque cursan el nivel terciario. Son jóvenes de la zona rural de bajos recursos. Es una misión desafiante, que requiere mucho amor, dedicación y altruismo
Esta vez les damos la palabra a las mismas residentes para que compartan su experiencia:
“La residencia para mí en particular, se ha convertido en mi segundo hogar, en el cual me siento muy bien, protegida y feliz. En ella aprendí a convivir, a aceptar a los demás con sus diferencias, a tolerar, a crear vínculos de amistad fuertes. Aquí, si no creces como persona es porque realmente no quieres, porque se cuenta con los elementos necesarios para hacerlo. Es un factor importante para mi desarrollo como adolescente y de futura profesional, ya sea en las instituciones o en la sociedad. La residencia cumple un rol social muy importante ya que nos permite a las jóvenes del campo hacer nuestros estudios secundarios, y ayuda con el crecimiento constante de cada una de nosotras. Por eso, si algún día se tuviera que cerrar, sería mi momento más difícil, ya que no cuento con una situación económica estable para sobrellevar las cosas de mi estudio, como pienso que sería igual para las demás chicas.
Lucila González ( 18 años)
“Pasé nueve años en la Residencia, cinco realizando los estudios secundarios y cuatro para culminar el profesorado en Lengua y Literatura. Ingresé a este hogar a los doce años en el 2009. Al principio, como a todas, me costó adaptarme, vivía muchos cambios simultáneos, salir de casa y dejar la familia, conocer nuevas personas, ir al colegio, etc. Sufrí esta situación de adaptación a todo lo nuevo, hasta mediados del primer año. Poco a poco fui aprendiendo a vivir en mi nueva situación.
Las mayores dificultades surgían de la convivencia. Muchas veces hay personas de carácter más fuerte y solo nos queda tolerar y seguir adelante, estudiando, brindando lo mejor a la familia, a las hermanas y a nosotras mismas. No es por presumir, pero creo que he tenido un buen desempeño en la residencia, me comportaba de acuerdo a las reglas, con respeto y sacando buenas calificaciones
Mucho tiempo una de las hermanas no controlaba su carácter y nosotras sufríamos esa angustia constante de pensar que nos iba a regañar por algo. Pero a pesar de eso paseé años muy felices. En este lugar aprendemos a vivir, a luchar, a perder los temores, a sanar heridas y trabajar nuestra historia. Aprendemos a valorar nuestra vida como mujeres, recibiendo una formación integral.
Viviana Guastalla. ( 21 años)
“Agradecemos que en la Residencia no solo estamos para estudiar. También el elemento de la FE está muy presente y nos hace mucho bien. Participamos de la misa cuando se celebra en la capilla y a veces vamos a la Parroquia. Nos hemos podido preparar aquí mismo para recibir los Sacramentos de la Comunión y la Confirmación, junto a otros jóvenes del barrio.
Hace poco formamos, dentro de la residencia, el grupo de Jóvenes misioneros de la Sagrada Familia donde nos estamos conociendo mejor desde nuestros valores y deseamos poder salir a misionar en algún momento”.
Camila Barrios ( 13 años) y Érika Sandoval ( 15 años).
“ La vida aquí en la Residencia, es muy agradable. Nos dan mucha libertad para elegir lo que más nos conviene, como recibir visitas, realizar actividades fuera de la residencia, participar del grupo “eco-namasté” que nos permite tener un mayor contacto con el barrio y crecer en la conciencia del cuidado del medio ambiente; hacer deporte en otros espacios, etc. Agradecemos mucho esa libertad y esa confianza que se nos da, pero no siempre sabemos usarla bien y entonces se nos tienen que poner más límites. La convivencia entre las mismas jóvenes, a veces es difícil. Somos muy diferentes unas de otras. Pero igual nos divertimos mucho y sacamos lo mejor de nosotras mismas”.
Viviana Meza (16 AÑOS) Luján Solis ( 15 años) Cecilia Ojeda ( 15 años), Romina Barrios (16 años) “Llegamos este año a la residencia. Estamos en primer año del nivel medio. En la escuela hay muchos paros docentes así que perdemos muchos días de clases, pero aquí las hermanas y otras profesoras amigas de las hermanas, nos dan apoyo escolar y así vamos aprendiendo siempre algo más y no nos retrasamos en los estudios.
Extrañamos a nuestra mamá y hermanitos más chicos y no siempre podemos irnos a casa los fines de semana. A veces porque llueve y no se puede andar en moto o porque no nos pueden venir a buscar. Y entonces nos quedamos en la residencia, nos preparamos la comida y tratamos de pasarlo bien de todos modos. Estamos muy contentas de poder estar en la Residencia. Nuestras dos hermanas mayores también estudiaron aquí”.
Bárbara y Juanita Romero ( de 15 y 14 años) y Antonella Obregón de 13.
“Solo estuve seis meses, culminado la carrera en Letras y se me llenan los ojos de lágrimas al despedirme. No imaginan cuánto contribuyeron a que podamos, junto a mi amiga Vanesa, alcanzar la meta de terminar nuestros estudios.
Lili Aguirre egresada del profesorado en Lengua y Literatura. 21 años Hasta aquí los testimonios.
Este fin de semana celebramos la fiesta de egresadas de cuatro chicas que egresaron y los 15 años de otras 10 que los cumplieron durante este año. Una fiesta de familia junto a las familias de todas las chicas y chicos de la residencia de varones que también está en Quitilipi. El trabajo es mucho, pero la alegría de ver rostros tan felices y ver logrado su sueño de tener su fiesta que de otro modo sería imposible, vale todos los esfuerzos. Un papá que tiene aquí tres hijas aquí, me decía: “hermana, para nosotros que estamos siempre en el campo, donde todo es siempre igual, venir y encontrarnos con tanta gente y una fiesta tan linda es algo inimaginable para nosotros. No sé cómo agradecerles todo lo que hacen-”.
El año próximo, celebraremos los 35 años de vida de la Residencia, invitando a todas las chicas que han pasado por aquí y de las hermanas que la acompañaron sea con presencia real o virtual.