Este año está dedicado a la “Vida Consagrada”. Pero, ¿qué quiere decir estar consagrada? Evidentemente, las definiciones que encontramos en el diccionario –ser considerada como sagrada, como escogida- no son válidas en una visión del mundo donde todo es sagrado, toda la creación está penetrada de lo Divino. Donde no hay separación entre lo sagrado y lo profano; todo es sagrado, todo es santo.
Pronunciar los votos no se puede interpretar como hacer más santo lo que ya es santo. Nuestra vida consagrada es una manera particular de vivir la consagración bautismal, y las diferentes vocaciones, en nuestra Familia, son llamadas complementarias para testimoniar a Solo Dios que nos invita a comprometernos con la misión divina. En nuestra Familia no hay jerarquías; somos una Familia de iguales en la que los miembros viven su consagración bautismal en fidelidad a su vocación particular.
La consagración por los votos no implica ni separación, ni superioridad. Según las palabras del Fundador: “no os apartasteis de los que viven la ley común…los acompañáis…compartís con ellos, según vuestras fuerzas, todas las fatigas penalidades y peligros del viaje.” (Prefacio – Reglas Generales 1851)
Durante este año, el Papa nos anima a “mirar el pasado con agradecimiento, vivir el presente con pasión y acoger el porvenir con esperanza.”
La memoria del pasado nos ayuda a reforzar el sentido de pertenencia a la Familia, nos llenamos de valor contemplando a las que nos han precedido cuyas vidas nos inspiran y nos transmiten esperanza para el futuro.
El Papa Francisco nos invita a vivir el presente con pasión. ¿Estamos suficientemente cerca de nuestros hermanos y hermanas para compartir sus penas y alegrías como lo hacía nuestro Fundador y los primeros miembros de la Familia? Vivir el presente con pasión significa llegar a ser “expertas en comunión”, arquitectas del plan de Dios para que todos sean uno.
En tercer lugar, acogemos el futuro con esperanza; una esperanza que no se basa en las estadísticas y logros, sino en Aquel en quien ponemos nuestra esperanza y para el que “nada es imposible”. Es una esperanza que no defrauda, permitiendo a la vida consagrada continuar escribiendo su gran historia en el futuro. Es hacia ese futuro hacia el que debemos mirar siempre, conscientes de que el Espíritu Santo nos sostiene para que Dios pueda obrar grandes cosas en nosotras.
Hermana Gemma Corbett, Provincial de Gran Bretaña e Irlanda