UNA SONRISA INOLVIDABLE

Adeus Maria da Conceição Apparecida, nuestra primera hermana brasileña...
Siempre te recordaremos...

Maria da Conceição Apparecida Marins nació en Sorocaba (ciudad cercana a San Pablo), el 27 de diciembre de 1914, en una familia de 5 hijos. Después de la muerte de su madre, vino a San Pablo y vivió con algunos familiares.

Participaba del grupo  Hijas de Maria en
la Parroquia de Nuestra Señora  de
la Consolación, donde conoció a las Hermanas de
la Sagrada Familia.

A pesar de conocer varias Congregaciones Religiosas, sintió una atracción especial por la espiritualidad de
la Sagrada Familia y por la persona de su Fundador, el P. Pedro Bienvenido Noailles. Fue valiente al pedir entrar en una Congregación que no tenía hermanas brasileñas.

Empezó la formación inicial en tiempos difíciles, 1940 -  tiempo de guerra. El 29 de junio de ese año, empezó el Postulantado. El 24 de marzo de 1942 entró en el Noviciado. El 26 de septiembre de 1943 hizo los Primeros Votos y recibió el nombre Hna. San Luiz Gonzaga. En 26 de septiembre de 1946 hizo
la Profesión Perpetua.

Siendo la primera vocación brasileña, muy temprano asumió responsabilidades: era miembro de
la Directoria de
la Asociación de las Enfermeras de
la Esperanza y acompañó  la formación de las postulantes que estaban entrando por la puerta que ella misma abrió.


Empezó su vida comunitaria en la casa de
la  Calle de
la Consolación y fue desarrollando su misión en otras comunidades que en la época se estaban fundando: Alameda Glete, Hospital Santa Edwiges, Poços de Caldas, Altinópolis, Santos – en
la Gota de Leche, Chácara Sagrada Familia y Abrigo Reina Isabel donde vivió y trabajó los últimos 20 años.

Tenía una atención toda especial con los pobres. Ella misma decía que quedó muy marcada por su experiencia en la favela “Orden y Progreso” donde trabajó en los años 70.

Persona dotada de rica personalidad, supo aunar delicadeza y firmeza, fidelidad a las reglas y apertura a lo nuevo, valentía y prudencia, sabiduría y sencillez, oración y actividad y por encima de todo, guardamos su amor innegable y su sentido de pertenencia a
la Sagrada Familia.

Durante los últimos años que fueron de enfermedad, cómo era bueno verla siempre ocupada. Sentadita en su silla, en su lugarcito arreglado a su gusto, podíamos encontrarla, en cualquier momento que llegásemos, haciendo punto, leyendo o escribiendo algún texto. Interrumpía lo que estaba haciendo y abría aquella sonrisa tan familiar, que sentimos tanta falta. Rezó regularmente el Oficio y leyó
la Palabra de Dios de
la Litúrgia diaria hasta el último día de su vida.

El año pasado, en la apertura de las festividades del Centenario de la llegada de
la Sagrada Familia al Brasil, no pudiendo estar presente en
la Misa de Iglesia de
la Consolación, se hizo presente con una bonita carta, de la que colocamos este extracto con un mensaje para nosotras en los días de hoy: “Agradezco a Dios por los 100 años de fundación y por la felicidad de pertenecer a
la Sagrada Familia de Burdeos. Me siento animada por las palabras de nuestro Fundador, el Venerable P. Pedro Bienvenido Noailles, que nos dice: ‘Tengan ánimo, no están solas en el camino. Jesús, María y José las llevan de la mano. ¡Sigan adelante!’ ”.