UN ESPACIO PARA SABOREAR LA ALEGRÍA DE VIVIR

Somos conscientes de que sólo una parte de nuestro planeta vive el verano en este momento…de que la duración de las estaciones varía considerablemente de una región a otra…

UN ESPACIO PARA SABOREAR

LA ALEGRÍA DE VIVIR

Somos conscientes de que sólo una parte de nuestro planeta vive el verano en este momento…de que la duración de las estaciones varía considerablemente de una región a otra…¿Cómo unirnos a la realidad de cada una de ellas?. Una vez más la naturaleza nos conducirá a una reflexión sobre nosotros mismos. De hecho las estaciones infunden un ritmo especial a nuestra vida, nos hablan del movimiento de la vida. Frecuentemente se habla de « la danza de las estaciones »…

Ciertamente las estaciones se suceden sin falta  pero cada una aporta su paquete de imprevistos. Contemplar una estación nos conduce  a considerar  la importancia del ritmo de nuestras vidas, de esas inevitables transiciones que nos toca vivir. El verano nos aporta un espacio para saborear la alegría de vivir. Nos habla de la importancia de entrar en nosotros mismos y de rehacerse, de volver a encontrar nuestro propio ritmo.   

“El ritmo, es el soplo, y el soplo es el alma libre para gozar. Yendo y viniendo. Aspirando e inspirando «  escribe  Christian Bobin en « la Souveranité du vide » - (Ed. Gallimard 1995. p. 87)

« Tomarse » el tiempo  no es « perder » el tiempo, sino recibirse cada instante y estar totalmente presente. Pararse para apropiarse el tiempo

El verano nos ofrece la posibilidad de cortar con nuestra vida diaria habitual, de hacer lo que no hacemos normalmente, de pararnos para recibirnos a nosotros mismos con una apertura total, y dejar emerger, una vez más,  nuestros deseos más profundos, nuestros sueños locos, frecuentemente reprimidos por las muchas presiones que nos dividen.

La expansión podrá  ser diferente según los gustos y las posibilidades.
Tomar el café por la mañana en el jardín mirando como se despierta la naturaleza….Sentir nuestra pertenencia al universo que se despliega, con todo su esplendor,  contemplando un bonito paisaje.  Saborear,  la alegría de la lectura, escuchar música, darse tiempo como pareja, como familia , encontrarse con los amigos, olvidar el sonido del depertador, levantarse tarde….Cuidarse, darse el gusto de comer algún dulce, todo esto nos capacita para estar más atentos y acoger las necesidades de los demás….

Par algunos el verano significa recorrer kilómetros, cambiar horizonte…buscar el sol, el calor...el olor a hierba cortada…después aspirar a apagar la sed en una fuente de agua fria y cristalina

Para otros el verano es el momento de un viaje espiritual. Un tiempo psado en un monasterio, un retiro, un momento del día consagrado a la « lectio divina », a la meditación, un espacio para el silencio o la contemplación, un tiempo de evaluación para poder empezar después una nueva etapa.
 

El verano, tiempo de la admiración gratuita. No tenéis más que mirar las estrellas.

« El cielo proclama la gloria de Dios,
de su creación nos habla la bóveda celeste.
Los días se lo cuentan entre sí;
las noches hacen correr su voz.
Aunque no se escuchen palabras
ni se oiga voz alguna,
su mensaje llega a toda la tierra,
hasta el último rincón del mundo.
(Sal 19,1-5)