T. E. T. Rajan Comparte ... (Sacerdote Asociado)

Una vez cada tres meses, cada uno de nosotros, Sacerdotes     Asociados nos turnamos para organizar la reunión y planificar el día con temas de estudio y discusión, como la fascinante Nueva Historia del Universo y otros. Me lleve una alegría cuando la Hermana Áine me pidió que contribuyera con un artículo para el     Boletín de la Unidad, “Family Links” (Lazos de Familia). Durante mis largos años en Londres, sin otro sacerdote Asociado de la    Sagrada Familia, fueron las Hermanas, especialmente las de Woodford Green, quienes me ayudaron a mantener mi identidad como Sacerdote Asociado. Fueron ellas los que me hicieron sentir como en casa en el espíritu del Buen Padre y me mantuvieron   actualizado con nuevas ideas y con las tendencias emergentes que harían que el apostolado fuera más significativo y relevante. Por lo tanto, en cierto modo, tengo el deber de "informar" sobre cómo me está yendo ahora aquí en mi diócesis de origen.

Han pasado tres años desde que regresé a Jaffna. Fui nombrado para la misma parroquia donde   había servido antes de ir a Londres hace tres décadas. Los propios feligreses fueron desalojados de sus hogares tradicionales en 1990, por las fuerzas de seguridad, cuando el conflicto étnico se intensificó. Se les permitió el reasentamiento veintiocho años después de su desalojo y nueve años después del final de la guerra. El reasentamiento nunca iba a ser fácil.

 

La bienvenida

Al hacerme cargo de mi nueva misión, los Sacerdotes Asociados de la diócesis me dieron una grata sorpresa. Se reunieron de prisa y corriendo para darme la bienvenida a su redil. Eran catorce.

Vinieron con un camión cargado de plantas, para comenzar una campaña de plantación de árboles como parte de uno de sus     proyectos. Yo estaba feliz de formar parte de un equipo, una vez más. Antes de la pandemia solíamos reunirnos para tratar temas de actualidad relacionados con nuestro ministerio.

A nivel nacional, somos alrededor de cincuenta Sacerdotes Asociados y organizamos sesiones una vez al año. Estas sesiones nos ayudan a profundizar nuestra comprensión del carisma y de la espiritualidad a la luz de la vocación que hemos recibido y a revisar nuestra vida y misión para hacerla más fructífera y significativa. Los cincuenta procedemos de los dos principales grupos étnicos que han estado en guerra durante tanto tiempo y, sin embargo, la atmósfera amistosa que se crea por el espíritu de familia es algo de lo que la Sagrada Familia puede estar orgullosa. A nuestra manera, propagamos la paz y la reconciliación y somos un ejemplo, especialmente entre aquellos sacerdotes y religiosos que tienen dificultades para ser abiertos y comprensivos entre sí.

Tristemente se constata que la actitud de algunos obispos    diocesanos del país hacia la Asociación es, en el mejor de los casos, "tolerante". Parece que piensan que la espiritualidad de los sacerdotes diocesanos es lo suficientemente buena para nuestra santidad y ministerio y que no hay necesidad de otra asociación que, a su juicio, es una distracción.

El asunto se discutió en una de nuestras reuniones y el anfitrión del día señaló, con razón, lo que el Papa Juan Pablo II había  dicho sobre esta actitud.

"Otras ideas o referencias a otras tradiciones de la vida espiritual pueden contribuir al camino del sacerdote hacia la perfección, ya que son capaces de enriquecer la vida de los sacerdotes individuales, así como de animar el sacerdocio con preciosos dones espirituales. Tal es el caso de muchas asociaciones eclesiásticas antiguas y nuevas que    acogen a los sacerdotes en su familia espiritual". (Pastores  dabi vobis1992 no. 31).

 

Ministerio parroquial

En cuanto al ministerio parroquial, he tenido que lidiar con dos problemas principales. El primero es acompañar el reasentamiento de mis feligreses y el segundo es ayudar a la gente a sobrellevar los confinamientos y su impacto en todos los aspectos de su vida.

Durante la larga guerra y los múltiples desplazamientos,   estas personas han perdido el acceso a todos sus bienes. La dolorosa realidad es que, al   regresar a lo que era su ciudad de origen, todavía se sienten "desplazados" porque no tienen puntos de referencia para identificar el lugar donde vivían

Sus casas, iglesias, escuelas, conventos e incluso cementerios han sido arrasados por razones que solo conocen las Fuerzas de Seguridad.

Los planes de vivienda principales y los centros de formación profesional, por sí solos, no  pueden proporcionar soluciones a las personas que han sido  objeto de brutal violencia y desplazamiento. Se necesita un  enfoque mucho más integral y una estrategia reflexiva, para reconstruir una comunidad golpeada por la guerra. Debe ser uno que aprecie el vínculo íntimo entre la vida de un pueblo, su tierra y sus medios de vida, y que tenga en cuenta su realidad actual. Pero mis feligreses han tenido que soportar y siguen aguantando un proceso de reasentamiento bastante desordenado, contando solo con su resiliencia.

Con sus desgarradoras experiencias a lo largo de los años de guerra y múltiples desplazamientos, habían perdido todo sentido de pertenencia a una comunidad. Esto ha seguido siendo un serio inconveniente que debe ser abordado como un asunto de suma importancia por pastores como yo comprometidos con su causa.

 

El impacto del Covid19.

Las restricciones impuestas para prevenir o minimizar el riesgo de Covid-19 han empeorado aún más las cosas para mi ya asediada comunidad. Sin los medios para obtener ningún  ingreso durante los confinamientos, muchos no pueden alimentarse y alimentar a  sus familias. Esto podría exacerbar aún más la desnutrición y la deficiencia de micronutrientes en los más pobres y vulnerables de la sociedad.

Tengo seis comunidades a las que cuidar, alrededor de 450 familias, todas ellas luchando por instalarse y sobrevivir a través de las restricciones  impuestas como resultado de la pandemia. La tarea es pesada y multiforme.

La gente ha llegado a depender de su sacerdote para defender su causa ante las autoridades en asuntos de vivienda y reasentamiento, de su derecho a la vida y a la seguridad; a los medios de subsistencia, instalaciones para la educación y el bienestar de sus hijos. Y ahora, durante la pandemia, dependen de  nosotros para pedir una ayuda de urgencia al Estado, las ONG y a los simpatizantes.

Mi pequeña casa parroquial se ha convertido en un refugio   parala gente, independientemente de su casta y credo, donde sienten que sus problemas son escuchados y, cuando es  posible, abordados con afecto y con una sincera dedicación.