SEMANA
DE ORACION POR LA UNIDAD DE LOS CRSTIANOS
18 a 25 de enero de 2014
¿Es que Cristo está dividido?
(1
Corintios 1, 1-17)
INTRODUCCIÓN
AL TEMA
En
el pasaje de la Escritura elegido para la reflexión de este año, Pablo comienza
su epístola a los corintios con un encabezamiento impactante. Como si se
tratara de la obertura de una ópera o del primer movimiento de una sinfonía, el
pasaje toca temas que nos preparan para lo que sigue en la epístola. Hay tres movimientos en este texto. Los
tres establecen una base sólida que a la vez nos interpela en nuestra reflexión
como cristianos que vivimos y trabajamos juntos en las Iglesias y la sociedad
de hoy.
En el primer movimiento (1, 1-3), Pablo y su
compañero cristiano Sóstenes se dirigen a una comunidad, más numerosa y muy
activa, los cristianos de Corinto. Se refiere a los corintios como a la
“Iglesia de Dios”, no solo como una porción local de la Iglesia, sino como una
expresión plena de la Iglesia en esta parte del mundo. Pablo les recuerda que
son un pueblo de “elegidos”, “consagrados”, no aislados por su
cuenta, sino “junto con todos los que en
cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor suyo y nuestro”. Esta última expresión también podría traducirse como “tanto en su lugar como en
el nuestro”. Por eso, son auténticamente la Iglesia de Dios, pero muy
conectados a todas las demás personas que invocan al Señor, tanto en su
confesión como en su lugar. Seguidamente Pablo, como en todas sus cartas,
extiende su habitual y potente saludo de la gracia y la paz de Dios. En el
lenguaje de Pablo, “gracia” indica la
bondad de Dios y los dones que nos concede en Cristo, y ha de despertar nuestra
gratitud hacia Dios y nuestra generosidad hacia los otros. Su “paz” para nosotros en toda su plenitud
y reciprocidad es comunión (koinonia) en Dios.
¿Dónde ves la gracia y la paz de Dios en
tu Iglesia local, en tu comunidad más amplia y en tu país? ¿Cómo podrías ir más
allá de una solicitud por tu comunidad inmediata para atender a la comunidad de
todos los cristianos y del mundo?
Cuando
Pablo está a punto de empezar a exhortar a la comunidad de Corinto, comienza el segundo movimiento en nuestro texto
(1, 4-9) dando gracias a Dios “que os ha
otorgado su gracia mediante Jesucristo”. No se trata solo de una
formalidad, sino de una verdadera alegría en los dones que Dios ha concedido a
esta comunidad. Pasa entonces a reafirmarlos:
“de tal manera se ha consolidado en vosotros el mensaje de Cristo, que de
ningún don carecéis”. Les asegura que serán mantenidos firmes hasta el fin
y que “Dios... cumple su palabra”.
Dios nos llama a la comunión (koinonia) de su Hijo con todas sus
implicaciones sociales y espirituales para nuestras Iglesias y nuestras gentes.
En el tercer movimiento (1, 10-17) Pablo
dirige duras palabras a los corintios por la forma en que han distorsionado el
evangelio cristiano y han roto la unidad de la comunidad. “Yo pertenezco a Pablo, yo a Apolo, yo a Pedro”. Pablo tampoco
alaba a aquellos que consideraban a Cristo como su líder, porque utilizaban el
nombre de Cristo para separarse de los demás en la comunidad cristiana. No
podemos invocar el nombre de Cristo para levantar muros a nuestro alrededor,
porque su nombre crea comunión y unidad, no divisiones. “¿Es que Cristo está dividido?” Pablo no pone objeción a que se formen comunidades en torno a un fuerte
liderazgo, pero cada comunidad debe encontrar su identidad fundamental en
Cristo: “¿Ha sido crucificado Pablo por
vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?” Los de Cloe han visto que
esto pasaba entre ellos y lo han sacado a la luz.
En este estado de división
llega la llamada de Pablo a unirse, a “recuperar
la armonía pensando y sintiendo lo mismo”. Exhorta a sus lectores y a los
residentes en Corinto a “desterrar cuanto
signifique división”. ¿Cree Pablo que todos ellos deberían rezar y hacer
las cosas del mismo modo? Creemos que no. Estos versículos no son una llamada a
abandonar el liderazgo de Pablo, de Apolo o de Pedro. Enraizados en Cristo,
estamos llamados a dar gracias por los dones de Dios que otros, fuera de
nuestro grupo, aportan a la misión común de la Iglesia. Honrar los dones de los
demás nos acerca en la fe y en la misión, y nos conduce hacia esa unidad por la
que rezó Cristo, con respeto hacia una auténtica diversidad de adoración y de
vida.
Pablo
destaca dos elementos centrales del discipulado cristiano en los que estamos
intrínsecamente ligados a Cristo: el bautismo y la cruz de Cristo. No nos
bautizaron en Pablo, y él no fue crucificado por nosotros; nuestra unidad es en
Cristo y nuestra vida y nuestra salvación vienen de Él. A pesar de esto, todos
participamos en un grupo o en otro, y nuestras Iglesias locales alimentan en
nosotros la fe y nos ayudan a caminar como discípulos de Jesús. La conclusión
del asunto, tanto para Pablo como para nosotros, no es solo nuestro sentido de
pertenencia a una Iglesia particular, sino el propósito de proclamar la buena
nueva, el evangelio al que hemos respondido con fe y alegría. Ahora debemos
compartir este mensaje con el mundo. La conclusión de Pablo nos desafía a
preguntarnos si tenemos una buena noticia en Cristo que transmitirnos unos a
otros, o si llevamos división incluso en el nombre de Cristo y, en palabras de
Pablo, vaciando la cruz de su poder.
También
oímos de ‘los de Cloe’. Bajo el liderazgo de Cloe este grupo identifica y pone
nombre a conflictos y divisiones en la Iglesia de Corinto. Seguimos necesitando
testimonios así, tanto de hombres como de mujeres, de todas nuestras Iglesias,
y de su ministerio de reconciliación y unidad. Dar voz a estos testigos nos
ayudará a hacer realidad la visión de Pablo de una comunidad “pensando y sintiendo lo mismo”.
¿Cómo podéis tú y tu Iglesia discernir
el mismo pensar y sentir con otras Iglesias? ¿Qué misión común compartirás con
otros cristianos para contribuir a hacer del mundo un lugar mejor para otros?
Para concluir,
cuando consideramos las muchas bendiciones y dones que Dios ha otorgado a
nuestro país y a nuestras gentes, comenzamos a reconocer que debemos tratarnos
con dignidad y respeto los unos a los otros, y también a la tierra de la que
vivimos. Este reconocimiento nos ha llamado a la confesión y al arrepentimiento, y a buscar caminos nuevos y
sostenibles de habitar la tierra. Ha despertado nuestras conciencias sobre cómo
Dios nos ha bendecido a todos, y que ningún grupo puede decidir el modo de usar
los recursos del país sin escuchar y sin integrar las voces de nuestros
compatriotas.
ORACIÓN => Desarrollo de la celebración
En la columna de la izquierda de la página de acogida en el departamento “Oración y Reflexión” encontraréis la Celebración para iniciar la semana y los textos bíblicos y oraciones para cada día de esta Semana de oración por la unión de los cristianos. |