HUERTA FAMILIAR

A mediados de marzo de este año se concretó un “sueño” que compartíamos desde el año pasado. Con tres mamás que participaron en la catequesis Familiar en una de las capillas de la parroquia – barrio Primavera- pusimos en marcha una “huerta familiar”.

HUERTA FAMILIAR

A mediados de marzo de este año se concretó un “sueño” que compartíamos desde el año pasado. Con tres mamás que participaron en la catequesis Familiar en una de las capillas de la parroquia – barrio Primavera- pusimos en marcha una “huerta familiar”. Son madres de 8, 3 y 5 hijos, en edad escolar. En las visitas realizadas a sus hogares fue surgiendo el deseo de una huerta familiar para mejorar, en lo posible, la alimentación de los niños. 

Desde el compartir de la Palabra fuimos descubriendo en estos tiempos tan difíciles, cómo Jesús nos alienta aún más en el valor de la unidad, solidaridad, fraternidad, en la tarea de entregar nuestra vida cotidianamente, no sólo por nuestra familia, sino por todos nuestros hermanos porque “…Él ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia”. (Jn. 10, 10). Fue bueno escuchar que deseaban formar un grupo unido, que era necesario comprometerse a “rezar” para realizar un “trabajo en común”, aceptando el desafío de ayudarse a crear buenas relaciones entre vecinos y hacer realidad la huerta común. 

Otras madres se unieron al grupo. Comenzaron las actividades: visitaron al Director de la escuela, le comentaron su inquietud y él nos cedió un amplio terreno con que cuenta la escuela, incluso se comprometió a pasar la “rastra” para poder trabajar la tierra. Se buscó “precio” para la adquisición de algunas herramientas elementales, semillas…Dos papás se comprometieron a instalar la manguera para traer agua de la escuela porque cuentan con una perforación. Esto fue posible, gracias a la ayuda de un mini-proyecto. Madres e hijos comenzaron a preparar la tierra; el calor agobiante no impidió proseguir la tarea y el “tereré” (agua fría con alguna hierba refrescante) fue pasando de mano en mano. 

¡Qué alegría al ver despuntar los primeros brotes! y pronto las primeras espinacas, acelgas aparecieron en la mesa de las familias! Porque también compartieron con quienes no habían participado del trabajo!. ¡Claro! no teníamos experiencia de cómo mantener el cuidado de la huerta y las “hermanas hormi-gas” -como diría San Francisco- en una noche se llevaron las verdes hojas… 

En luna menguante del mes de agosto han plantado ramas de mandioca, “si Dios quiere” Hermanita –decía Mirian- “a comienzo de febrero saborearemos el pan de los pobres”- como se dice de la mandioca. 

Nos visita semanalmente una coordinadora del INTA -a quien recurrimos- para capacitarnos… ¡Qué hermoso como trabajan comunitariamente y se ayudan para mejorar su calidad de vida! Esperamos y deseamos que esto tenga continuidad, porque tienen mucho entusiasmo, quieren seguir y dejarse ayudar por el personal del INTA. 

Compartimos esta oración que rezamos en los encuentros del grupo:  

Bendito seas Dios Padre creador Dios de la Vida,

bendito seas por tu creación, por la tierra y el clima,

por la lluvia y el sol, por el pequeño milagro de cada semilla,

por la inmensa maravilla del pan nuestro de cada día.

Bendito seas Padre Dios, por mantenernos en la boca este antiguo

y sabrosos sabor a mandioca hervida,

a batata asada, a maní tostado y a maíz pororó.

Bendito seas por repetirnos en la memoria

de la sangre la sabia voz de nuestros abuelos guaraníes, criollos y gringos:

“La tierra no es del que la tiene, la tierra es de quien la trabaja”.

Hay que volver a la madre tierra, hay que volver a plantar.

Bendito seas porque a pesar de estar como estamos

nos importa la selección y la conservación de nuestra semilla. ¡Ayúdanos!

Padre Dios, es nada más y nada menos que la comida de nuestras familias,

nuestra olla, nuestra mesa, el futuro de nuestros nietos.

Rumbo a la tierra sin males seguimos resistiendo

y soñando con la mesa grandota y fraterna

y con un continuo buen tiempo.

Amen. 

 

Hna. Elsa Santana

Cdad de Wanda-Argentina