Encuentro de Equipos
El día 6 de noviembre se realizó el primer encuentro de Equipos de la Familia de del Buen Samaritano, que está conformada por 5 casas: un espacio para niños de 6 a 12 años, lugar de prevención, contención y promoción, con la modalidad de Centro de Día y 4 casas de rehabilitación para personas que sufren el flagelo de las adicciones, con modalidad de internación.
Comenzamos el encuentro celebrando una Misa. Después el Padre Bachi, nos invitó a hacer memoria de los orígenes del Buen Samaritano, la pregunta que guio el compartir fue ¿De dónde venimos?, hicimos memoria del espíritu que impulso esta gran obra, compartieron algunos de los operadores más antiguos:
Etapa de contacto: “éramos pibes que estábamos en consumo, perdidos”, “nos juntábamos en las esquinas, de pronto comenzaron a venir gente a compartir con nosotros un mate cocido y cantos” “nadie te juzgaba, nos sentíamos queridos, valorados y respetado” , “sabíamos que los sábados venían a compartir con nosotros”, “nos decían que podíamos estar mejor”
Decidir estar mejor: “queríamos estar mejor”, “nos fuimos a vivir en la casa del cura”, “aprendimos a respetar y a valorar, mi vida se empezó a ordenar”, “nos sentíamos en casa, sentíamos como nos cuidaban, sin juzgarnos”, “aprendí a recibir abrazos y mucho después a darlos”.
Hogar terapéutico: “después el cura consiguió que le dieran la escuelita vieja, allí empezamos a vivir con más estructuras”, “estaba todo mezclado entre locura y sueño”, “con la droga perdimos la noción de todo lo que teníamos, fuimos creciendo y sumando responsabilidades”, “hacernos cargo de nuestra vida, de nuestra historia, poder hablar, aprender a no mentirnos”.
Después de hacer memoria de las experiencias de los orígenes, nos separamos en tras grupos, para compartir ¿De dónde vengo?, contarnos brevemente nuestra historia personal y cómo llegué a ser parte de la Familia del Buen Samaritano. Fue un momento muy profundo y rico. Cerramos este compartir diciendo algunas palabras que sintetizaban el compartir: comienzo, familia, confianza, conocí a Dios, convicción, resurgir, sinceridad, compromiso, oportunidad, encuentro, decisión, responsabilidad, amor al prójimo, reconocernos familia, esperanza, transparencia, fraternidad.
En un siguiente paso, se compartieron algunas de las experiencias de los operadores más nuevos: “nos damos cuenta que es un montón de trabajo el que hacemos, ahora son 5 casas: cuatro hogares y una casa de prevención”, “nos vamos sintiendo que somos una familia grande que ayuda y acompaña a muchas personas”, “aportamos al espacio lo que somos y tenemos, fortalezas, debilidades, virtudes defectos”, “necesitamos aportar lo mejor, volver al entusiasmo y contagiarnos de la experiencia”, “todos somos necesarios”, “el fin es ayudar a otros”, “trabajar en el Buen Samaritano me ayudó a ordenar mi vida, a poder decir a mi familia que los quiero, a poder abrazar a mi mujer y a mis hijos”, “me doy cuenta de una realidad, uno no termina de trabajar toda su historia, necesitamos tenernos paciencia”, “me dio mucho miedo pasar de internado a colaborador y ahora operador, quiero seguir creciendo, mejorar mi vida. Miro a mis compañeros y crezco con ellos”, “no estoy solo, hoy me siento vivo y agradecido”
Después de este compartir, se nos animó a volver a los grupos a compartir ¿Dónde estamos, y cómo estamos, como equipos?, al regreso en el plenario pudimos expresar en una palabra lo que quedó resonando en nuestros corazones: Desafío, camino, inclusión, unión, aprendizaje, cambio, vínculos, oportunidad, compromiso, respeto, hermandad, solidaridad, renovación, jugarse, entusiasmo,, avanzar, Jesús-oración, vocación de servicio, amor, crecer, comunión, vida, encuentro, volver al primer amor, entrega, adaptación.
En una última instancia, el Padre Bachi, plantea la pregunta ¿Hacia dónde vamos?, nos presenta tres pilares fundamentales para la Familia del Buen Samaritano:
Espiritualidad: las casas están planteadas como espacios de Justicia, no venimos a hacer caridad, sino a mostrarles a nuestros hermanos, aquello que les pertenece: la dignidad de hijos de Dios. Nuestra mirada tiene que estar centrada en Dios, una mirada universal, que no excluye a nadie, al contrario, acoge a los excluidos, a los desechados, miramos a la persona, a la comunidad y a lo profundo del ser. Como el Buen Samaritano, nos hacemos cargo de nuestros hermanos, en el proceso de sanar sus heridas. Que los hogares sean casas de encuentro, oración y amor.
Responsabilidad: recordar que “alguien” me espera, por lo tanto necesito prepararme para el encuentro, profesionalizarme, no puedo siempre improvisar, ser fiel y coherente, no mentirme, ni mentir a los otros.
El amor: se sostiene en el tiempo lo que se ama, lo que hacemos no es solo trabajo es un servicio que se refleja en lo cotidiano: en el abrazo, en la escucha, en la paciencia, en el respeto. Que lo que vivamos sea desde el cuidado, de la vida del otro y de nuestra propia vida, cómo integramos estos aspectos en nuestra vida cotidiana: en mi familia, en el equipo de trabajo.
Estoy muy agradecida a Dios por permitirme durante estos años ser parte de esta historia que se va construyendo, y le pido, que siempre acompañe la vida de estas personas que se dedican a pleno para acompañar la vida de hermanos y hermanas que deciden dejar las adicciones y optan por “estar mejor”, como ellos dicen.
Hna. Ana María Álvarez- Argentina
entretejiendo vida - Latin America