Colegio de El Monte - Málaga

Querida Familia: estoy aquí para compartir con vosotros cómo he vivido este año el tres de febrero, yo comparto mi vivencia del colegio, otras hermanas de la comunidad os hablarán de lo vivido en comunidad.

Realmente ha sido una sorpresa, y me ha hecho vivir algo muy grande. En el colegio todos los años iba el Sacerdote, se exponía al Señor y los cursos iban pasando por la capilla, Se tenía un ratito de oración y recibían la bendición, resultaba un momento la verdad que muy bueno.

Con la pandemia todo está un poco trastocado, y este día se iba a reducir a lo que los profesores hicieran por las clases, según las posibilidades de cada uno. Yo la verdad, lo tenía dentro del corazón y no sabía qué hacer, creo que me había limi-tado aceptar la si-tuación de que este año, por el virus, no se podía hacer otra cosa.

Hablando el mar-tes, día dos, con un sacerdote que ha sido capellán del colegio, le dije: “fíjate qué pena este año para el día del Milagro no se va a hacer nada, solo lo que los profesores ha-gan en las clases.” Me dice él, “¿cómo no se va a poder hacer nada, algo te-néis que poder hacer.” Eso quedó en mi corazón dando vuelta y el miércoles día tres yo iba por la mañana al colegio con esta preocupación dentro, dándo-le vueltas. Cuando llegué le digo a Isabel la directora:

- “Isabel tengo algo que decirte”, pero vino alguien a hablar con ella y tuvo que marchar a sustituir a una clase, porque había muerto el padre de una profeso-ra, hermana de Marta la mujer de Manolo Plaza, y así pasó la cosa, que no pudimos hablar. Yo me quedé con pena pero aceptando la realidad.

Más tarde tuve que subir a dar un recado a una clase y vino ella a mi encuentro, y me dijo;

-“Dory, ¿no podríamos hacer algo? Algunos profesores me han pregun-tado, si no podríamos hacer algo, ¿no podría pasar el Señor por las clases?,” y yo le contesté: “pues eso es lo que te quería decir yo.”

Y de no haber nada previsto, se vivió una experiencia preciosa, de en-cuentro con el Señor. Cuando escu-chamos a Dios en nuestro corazón y nos abrimos a lo que dicen los de-más, se realiza lo que Dios quiere y desea para nosotros. Yo experimen-té que el Señor quería ir al encuen-tro de los niños.

Tomé la custodia y fui pasando por todas las clases. La primera clase por la que pasé fue tercero de la ESO: se quedaron sobrecogidos, no esperaban la presencia del Señor. Y así fue transcurriendo por todo el cole-gio; los niños acogieron y apreciaron este encuentro.

Fue una vivencia muy fuerte, y dije a los niños:

- “Mirad, no estaba previsto que el Señor viniera hasta aquí, pero Él ha queri-do venir hasta vosotros. Ya que no podíamos ir todo el colegio a la capilla como otros años, por el virus, Jesús en la Eucaristía ha venido a las clases, no quería perder este encuentro con vosotros.”

En una clase de primaria antes de pasar yo con el Señor, la profesora ha-bía hablado a los niños del Milagro y rezado con ellos. Ellos le dijeron a la profesora: “¿Seño, y no podía pasar por la clase el Señor?” Ella que no sabía nada les dice: “cla-ro, si se lo pedís con mucho amor y fuerza, a lo mejor.” Y de repente aparezco yo en la clase con la Custodia, ella se emocionó y empezó a llorar. Y los niños también se quedaron…

Hablé con los niños, sobre todo con los mayores, y les dije: “Mirad, esto no está organizado, yo vengo con el Señor porque creo que ha sido Él el que no quería que pasara este día, sin el encuentro con vosotros, y se ha podido rea-lizar porque Isabel ha escuchado al Señor, que habló a su corazón y a los profesores. Yo así lo vivo, como obra del Señor. Él lo ha querido y ha buscado el medio, pero cuenta con nosotros para realizarlo. De ahí la importancia de la escucha.

Dory