LA ISLA DE TODAS LAS GRACIAS

Cuando el Buen Padre venía a Martillac y se paseaba soñando con sus obras y proyectos de futuro, se detenía también en este lugar solitario. No se oía más que el canto de los pájaros, el murmullo de los arroyos, el cri-cri de la cigarra; los ruidos del mundo no llegaban hasta allí y ni siquiera los campesinos pasaban casi por aquel lugar; era un desierto, un lugar de retiro, un paraje abandonado, el bosque, al rodearlo, limitaba su horizonte y se podía decir, como Lamartine:

 

Es aquí donde, rodeado de un muro de verdura,

de un horizonte limitado que basta a mi mirada,

me gusta dirigir los pasos y, solo en la naturaleza,

no oír más que el viento, no ver más que el cielo.

 

Pensando en sus obras, el Buen Padre rezaba habitualmente y encomendaba sus planes a Jesús, María y José; recurría sobre todo a la ‘omnipotente’ protección de María y, hablándole de sus hijas, se le ocurrió edificarle un lugar de oraciones y peregrinación donde pudieran acudir a menudo a rezarle y a consagrarse a su servicio. Una gruta o una capilla con la imagen de María fue la primera idea de nuestro venerado Padre, pero hacía falta cercarla, ponerle una barrera que la preservase de toda profanación, y los arroyos no servían; se franqueaban con demasiada facilidad. ¿Y si esos arroyos se ensanchasen? se preguntó un día el Buen Padre; ¿y si fuesen suficientemente anchos, como para formar una especie de río? Si las aguas de la fuente del jardín se unieran con las de Santa Rosa y con las del arroyo de la Cape, daría para alimentar un buen estanque. Si ese montículo, lugar inculto e improductivo, estuviera rodeado de agua, se transformaría en una isla que sería la isla de María. La Virgen tendría allí su altar, su culto, sus honores. Me gustaría que fuera allí como una Reina, dispensadora de todas las gracias. “Todo por María” es la mitad de mi divisa. ¡María es la fuente de donde manan todas las gracias y favores del cielo! Se la invocaría allí bajo el título de Nuestra Señora de Todas las Gracias…

Y los ángeles recogieron la idea del Buen Padre, la llevaron al cielo donde fue bendecida, y la Providencia se encargó de realizarla……

El arroyo no debía tener, en principio, más que seis metros de ancho, después le añadieron otro y luego otro más; hubo también que disminuir la rapidez de las pendientes y por fin se alcanzó la anchura actual que quedó fija y detenida por medio de alisos, árboles providenciales que buscan lugares acuáticos, que se siembran naturalmente y se implantan al borde de los arroyos para consolidar la tierra y servir de diques. La tierra de las zanjas echada en la isla igualó el terreno y formó los montículos que se encuentran hoy y de los que el Buen Padre supo sacar partido para variar los diversos puntos de vista de la Isla y quitar a un terreno llano la monotonía que le hace desagradable.

La gruta se construyó al mismo tiempo que se acumulaba la tierra y, en cuanto se retiraron los obreros, María, nuestra divina Madre, fue venerada en aquel lugar. Primero hubo una imagen abriendo los brazos a sus hijas; después, alguien que había vuelto a la gracia y debía su consolidación en la virtud a las oraciones, recomendaciones y consejos de nuestro Buen Padre, ofreció la que se encuentra ahora, como testimonio de agradecimiento y afecto. Al final de este capítulo, diré algo sobre la historia de Madame Lefort: es lo bastante edificante como para interesaros.

A fines de 1836, nació por fin la Isla de Todas las Gracias. El Buen Padre tenía entonces 43 años y la Sagrada Familia contaba con 16 de existencia.

La Isla de Todas las Gracias estaba terminada, las aguas que la circundaban fluían claras y límpidas para ir a perderse en el arroyo de la Cape. Los obreros que la habían realizado, se felicitaban por su obra y el Buen Padre estaba contento. Veía realizada parte de su sueño, sentía que la protección de María le ayudaría a completar las obras que proyectaba y bendecía a Dios, cuando un accidente ensombreció de repente sus consoladoras ideas. No se había calculado suficientemente el peso del agua, la fuerza motriz que iba a tener y, cuando menos se esperaba, forzó su dique, arrastrando con él todos los trabajos de la esclusa, muchos árboles, plantas y una enorme masa de tierra entre la que se encontraba una capa conchífera muy rica.

El acontecimiento fue terrible, desolador, pero como hay remedio a los accidentes de ese tipo, se hizo volver a Bautista, a Baillet y a su séquito, y el dique, restablecido sólidamente, permitió al río volverse a formar, a los peces, reunirse y a la Isla seguir siendo isla. Entre los restos de conchas que volvieron a ver la luz con aquella catástrofe, se encontraba un cangrejo ermitaño, disecado y petrificado como la concha en que se había refugiado. Si hubiera podido revivir, dar cuenta de sus impresiones, decir todo lo que había visto y oído, ¡cuántas cosas curiosas habría podido comunicarnos!¿De dónde venía? ¿Qué playa le había visto nacer? ¿Cómo y desde cuándo se encontraba enterrado en ese rincón del globo? ¿Por qué  se hallaba en los bosques de Martillac, tan lejos del mar donde había visto la luz? ¡Cuántos ‘por qué’ y ‘cómo’ habríamos podido dirigirle si hubiera sido capaz de oír y responder! ¡Cuántas reflexiones podríamos hacer sobre esa multitud de seres muertos o vivos, hundidos bajo capas de arena y renacidos el día indicado por la Providencia!... Sabemos que a nosotros nos acontecerá lo mismo, que tendremos que entregar a la tierra nuestra morada carnal, que nos hundiremos en la muerte, aunque seremos más dichosos que el cangrejo ermitaño, porque resucitaremos.

 

YouTube Link: The Island in Martillac | L' Île - Martillac | La Isla - Martillac

https://youtu.be/S0-xHCaSmTk