La única cosa que sabemos de él, es que vivió con Jesús. Pero siempre discretamente; no dejó discursos, ni cartas, ni himnos, ni siquiera una frase. José, que no fue el protagonista más grande de la historia. Primero, no es el verdadero padre de Cristo. Por eso, no figura y no sabemos de él tantas cosas interesantes, halagadoras, que nos satisfacen.
No fue corredentor, ni apóstol, ni mártir, ni profeta, ni obispo, ni diácono, ni laico carismático…sino simplemente ese “número dos” de dimensiones colosales, que muestra el ridículo de tantos pretenciosos “números uno” que somos.
Vayamos al taller a preguntar a San José porque está ahí. No da su opinión constantemente, no hace discursos, no se fabrica problemas, no tiene respuestas para todo, no profetiza. Sólo guarda las cosas en su corazón, y continúa trabajando, sirviendo en silencio y con amor.
José, enséñanos a no ser protagonistas, a trabajar sin exhibiciones personales, a colaborar sin pretender imponer nuestros criterios, a dar sin que lo sepa nuestra mano izquierda, a amar sin reclamar nada.
Dinos como vivir siendo el “número dos”; como hacer cosas magníficas, quedándonos en segundo plano. Dinos, que es imposible que todos seamos el “número uno”. Dinos que la mayor parte de nosotros, debemos ocupar esos segundos planos, donde se haya escondida nuestra verdadera grandeza. Dinos como vivir con dignidad sin ser “importante”. Que estemos convencidos que se puede y se debe ser útil, fiel, efectivo, y aún convertirse en héroe…sin ser importante.
Explícanos como ser grande sin buscar la grandeza, cómo luchar sin esperar aplausos, cómo avanzar sin publicidad, como perseverar y morir sin esperar homenajes.
José, tú no formabas parte de ninguna comisión directiva, de ningún comité organizador. ¿Quieres explicarnos como has hecho, para desarrollar al máximo todas las posibilidades de tu personalidad, para “realizarte” en tu casa, en tu taller, sin sentir ninguna angustia vital, ningún vacio en tu “yo”?
Queremos saber cuál es tu secreto, José, nosotros los protagonistas, porque todos hemos nacido con vocación de desempeñar los “primeros roles”, de ser jefes, profetas, iniciadores de una nueva era…Nuestro problema consiste en que todos queremos coger las riendas, y ninguno quiere tirar del carro. Se diría que nos sentimos llamados a organizar, dirigir, pero nadie se siente llamado a servir, colaborar…
Tú, que no dejaste tus herramientas de trabajo y para recorrer las plazas diciendo que sabías muy bien donde se encontraba la salvación del mundo; tú, que sabiendo tantas cosas, no te pusiste a la cabeza de un comité mesiánico de nazarenos, ni, más tarde, a la cabeza de un comité mesiánico de israelitas…, dinos cómo hacer para ser útil, positivo, generoso, sin querer ser “importante”, protagonista…Y lo que es más difícil aún, dinos cómo hacer para darnos sin hacernos notar , y a pesar de todo, sentir en el corazón una paz y una alegría profundas…
Pero, José, en vez de darnos una conferencia, sonríe, se calla, y continúa trabajando…Nosotros los “importantes”, los “especialistas”, los “bien informados”, los que firmamos …esperamos siempre la respuesta de este hombre sin importancia, de quien apenas sabemos que fue “un hombre bueno”.
P. Ramón Juste S.J