En esta misma página web en la rúbrica reservada al Fundador encontraréis una nutrida información sobre su trayectoria. En este artículo, nos centraremos, sobre todo, en sus notas personales, textos escritos durante la etapa del seminario. Más allá del estilo propio de la época, descubrimos el camino de alguien que se dejó guiar por la gracia.
Pedro Bienvenido Noailles descubrió el Absoluto de Dios, la profundidad de su amor que hace que se desvanezcan todas las ilusiones. A partir de ese descubrimiento no puede vivir sino para solo Dios.
“Cuando el Señor deja reposar su mirada de misericordia sobre un gran pecador, él mismo le libera de los obstáculos que le retenían…disipa las tinieblas que le rodean, y temiendo que la visión de su bajeza y de sus infidelidades pasadas le desanimen, le dice en el fondo del corazón: no temas eres débil por yo soy el Dios fuerte y a los que yo fortalezco son invencibles, eres pequeño entre los hombres, pero sólo Dios es grande y con él todos los que le sirven…
Felices los que se refugian en el divino Maestro y se dejan conducir por él; han encontrado el camino, la verdad y la vida…¿Cómo podemos quejarnos del cansancio del camino cuando lo recorremos con Dios, que lleva la carga de los que le siguen, y que tiende su mano para ayudarles?...
¡Qué feliz debe ser, Dios mío, el que ha fijado su morada en vuestro interior! El que medita día y noche dentro de vuestro corazón adorable! Jesús amado introducidme ya desde ahora en este pacífico retiro, de ahí quiero sacar todo lo que debo saber, lo que tengo que enseñar, lo que debo experimentar: (Notas del Seminario d’Issy 1817-F.4, 183 a 189)
La etapa del seminario fue un tiempo que permitió a Pedro Bienvenido Noailles, mirar, con confianza, su pasado y vivir intensamente el presente. Amado de Dios tal y como era, perdonado y conducido por él, saboreó la dicha y la sed de una entrega absoluta
¡Sí Dios mío feliz el que comprende lo que es amaros, desgraciado el que lo ignora por largo tiempo! ¡Y a pesar de todo cuantos beneficios recibí de vos! ¡Adorable Jesús, quien pudiera medir la inmensidad de vuestro amor!...
Tomad mi corazón puesto que lo queréis, os lo doy, haced con él lo que queráis; inflamadle en vuestro amor, que arda, que no respire más que por vos. Sed mi padre, mi madre, mi amigo, sedlo todo para mí. Renuncio a todo, quiero sólo a vos, ¡Oh mi bien amado, en las alegrías y en las penas, en la vida y en la muerte, no pensare más que en vos, buscaré sólo vuestro amor, mi única ocupación en esta tierra será meditar en el amor que me habéis testimoniado! (Issy 1817).
Sus notas personales nos demuestran la continuidad de este camino de gracia. Durante el retiro en 1818, escribe:
“Dios mío no serán los que han tenido más conocimientos y talentos , ni los que han hecho mayores mortificaciones y grandes cosas los que recibirán grandes recompensas. Serán los que han amado, los que han cumplido siempre vuestra voluntad y los que se han desprendido de todo lo que no sois vos. Haced que adquiera estas tres virtudes: el amor, la sumisión a vuestra voluntad y el olvido de mí mismo”.
La llamada al diaconado marca un paso decisivo para Pedro Bienvenido. Es una respuesta oficial a la llamada de la Iglesia. Más allá de las dudas, la alegría y el agradecimiento son evidentes en lo que expresa en 1818, tres días después de su ordenación al diaconado:
“Para obedecer a este adorable Salvador era necesario superar obstáculos, imponerse algunos sacrificios; eso, sin ninguna duda habría estado por encima de mis fuerzas, mi buen Maestro ha hecho todo. Ha roto mis cadenas, me ha conducido a esta santa casa. Todo eso no era suficiente : lleno de debilidad, de ignorancia, y a penas comenzando a saber lo que es ser sacerdote, he dudado cuando llegó el momento de atravesar el umbral del santuario: fue también entonces cuando el divino Maestro me tendió la mano para empujarme hacia él como un buen hijo y arrojarme en los brazos del más tierno de los padres.”
Con una disponibilidad total el joven diácono, confiado, considera su porvenir:
“Es así, Señor, como me abandono a vos y a María. Conducidme en mis estudios y en las virtudes que queréis que practique. Cuando tenga que dejar esta santa casa, recibidme en vuestros brazos, llevadme hasta las extremidades de la tierra o hacedme volver a los lugares donde nací; colocadme en medio del campo o en las ciudades, en el ministerio o en el retiro, no me importa dónde, ¡oh mi Dios! Con tal que Jesús y María estén siempre conmigo.
Las notas personales de Pedro Bienvenido Noailles nos ayudan a captar la amplitud de las gracias recibida en San Sulpicio. Se verifican a través de los testimonios de los compañeros de seminario y de los profesores.
“…Estaba entre los más fervorosos, su dicha consistía en hablar de Dios…” Testimonio de M. Hamon, citado en las “Memorias de los contemporáneos),
También de su familia, sobre todo de Amand, su hermano sacerdote:
“Las cartas que él me escribía, y que desgraciadamente no he conservado, no respiraban más que piedad y fervor. Mi querido hermano, me decía, seamos santos seminaristas, para que seamos un día santos sacerdotes”.
Este bonito texto del maestro Juan Excart Taulero, místico de la Edad Media puede expresar, en cierta manera, la experiencia del joven seminarista que de ahora en adelante no querrá vivir sino para Solo Dios:
Como la madera y el fuego
“El designio de Dios es entregarse completamente a nosotros. Es como el fuego que atrae la madera hacia él y se une a ella, aunque sea diferente, para esto necesita tiempo. El fuego comienza a calentarla ligeramente, después un poco más, se produce humo y chisporroteo, porque la madera no es el fuego. Cuanto más se calienta la madera, todo se tranquiliza y se calma, y cuanto más se va pareciendo al fuego, se vuelve más pacífica, hasta que se convierte del todo en llama. Para que la madera se transforme en fuego, es necesario suprimir toda diferencia.”
Jeanne Vernette – Paraboles pour aujourd’hui.
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Artículo realizado a partir del Dossier 2: Pedro Bienvenido Noailles – Camino de Santidad.