Reflexionando...

La nueva cosmovisión que desde el capítulo 2008 vamos descubriendo y ahondando, nos sitúa ante desafíos ineludibles que además son esenciales en la vivencia del carisma de comunión. 
El trabajo que hemos hecho con “el árbol” sobre “Los votos para la misión”, nos ha motivado en todas las
comunidades a compromisos sencillos en nuestro día a día.  
En la oración de inicio de los encuentros intercomunitarios, con las imágenes y texto de “Espiritualidad de la creación”, sentimos có
mo se va haciendo realidad que “algo nuevo está brotando”, aunque constatemos que nos queda mucho camino por hacer. 
Generalmente procuramos cuidar las relaciones interpersonales pero vamos tomando conciencia de que somos parte de la Familia con la Naturaleza.  
Nos podemos preguntar, ¿somos sensibles a cuidar nuestra relación con toda
s las formas de vida del planeta? La tierra, las plantas, comestibles o de adorno, los animales pequeños o grandes, los mares…  
La oración inicial de los encuentros intercomunitarios nos ayudaba a interiorizar: “Si nuestra vida sigue dependiendo de un sin número de microorganismos, insectos, pájaros, agua…; si todo lo que existe forma una única comunidad de vida y todo está interconectado y es interdependiente”, ¿cómo no relacionar que muchos de los productos que comemos, -verduras, frutas, pan, carne, pescado…- se han cultivado, elaborado o engordado con productos químicos nocivos para la tierra y la salud de las personas y, además, se nos presentan envueltos en plástico? Es decir, matando formas de vida necesarias en el equilibrio de la naturaleza y dejando unos residuos difícilmente reabsorbidos por la naturaleza. 
En esta sociedad lo que cuenta es obtener el mayor beneficio sin importar el impacto que tiene en la salud de la Tierra, de las personas y sin interés porque cubran las verdaderas necesidades de toda la Familia Humana. 
La nueva cosmovisión, la espiritualidad como Familia de la Creación nos hace caer en la cuenta de que con nuestro modo de comer y de comprar estamos apoyando la destrucción de la vida del planeta o, por el contrario, favorecemos otro modo de producción que apuesta por la vida, la dignidad de las personas y el respeto a la tierra.  
Sabemos que cada acto de consumo es un gesto de dimensión planetaria, que nos hace cómplices o no del deterioro del planeta. ¿Cómo va nuestra conversión ecológica como nos pide el papa Francisco? ¿Sabemos “convivir como miembros de una comunidad mayor, planetaria y cósmica”, como dice L. Boff en el texto de este boletín?  
La oración de nuestros encuentros intercomunitarios nos motivaba: “Descubrir a Dios en la Creación, nos lleva a escuchar el grito de los pobres, ver las desigualdades injustas, los modos de producción y consumo que provocan la destrucción del Planeta..., Nuestra Madre Tierra está enferma por nuestra causa…, vamos a sanarnos junto con la Madre Tierra en una gran tarea espiritual, una transformación necesaria…” Se nos pide “una conversión que nos lleve a vivir cuidando la Tierra con nuestro estilo de vida cotidiano”.