Mis 25 años de júbilo en Filipinas

Realmente ¡el tiempo vuela! ¡Me parece que llegué ayer à Filipinas! 'Tempus fugit'- ¡Es verdad!  Las Hermanas de mi Provincia natal decían que yo huía. Me preguntaron por la razón de mi decisión, tratando de adivinar. Pero se equivocaban.

Cuando yo era joven religiosa nunca pensé en ir a un país de misión, como les ocurre a otras Hermanas. Viví con las misioneras; aprendiendo de ellas; apreciando sus personalidades y su dedicación al pueblo de Dios, a nosotros los nativos de cualquier categoría o tierra de donde proviniéramos. A finales de los años 70, las hermanas de las dos Provincias de Sri Lanka se propusieron ir al Pakistán como misioneras. Me preguntaba acerca de su decisión, y apreciaba la puesta en común de sus experiencias vividas, pero nunca pensé en ser una de ellas. Coincidió que, en 1987, cuando Pushpam Gnanapragasam, que entonces era Consejera General organizó una sesión “Noailles” en Wennappuwa de un mes de duración. Aunque no tenía gran interés, decidí participar. Durante esos días, me entregué por completo al estudio, la reflexión de las "Fuentes" y a escuchar a las Hermanas.

En una reunión se nos pidió seleccionar una de las características de nuestro querido fundador Pedro Bienvenido Noailles. Me impresionó su unión con Dios y su "desprendimiento", de sí mismo y de todo lo que estaba cerca y querido de su corazón. Llegaron a la superficie mis pequeños y grandes apegos a mi trabajo, a las personas, al buen nombre y a la fama. Tuve una fuerte sensación de que debía hacer algo heroico para probar a Dios mi amor y mi adhesión a Él. "Deja todo y ves", fue la suave voz que me impulsó desde dentro durante todo el tiempo. Pero, ¿dónde y cómo? Oré y oré,  y finalmente opté por las misiones. Aunque, la primera vez, se rechazó mi petición, lo solicité por segunda vez y se me concedió. Ese fue el comienzo de mi largo camino. Mary SLAVEN, entonces nuestra Líder General, durante una de sus visitas, me preguntó si tenía alguna objeción para ir a Filipinas. En mi fuero interno yo prefería algún país africano. "¿Por qué debo elegir''? Me dije a mí misma, y estuve de acuerdo en ir a Filipinas en octubre 1989. Pero no era tan fácil de dejar todo lo que yo había atesorado en mi corazón.

Aunque me mantuve firme, valiente en mi decisión, tenía un miedo enorme de realizar este salto en la oscuridad y hacia lo desconocido. Sin embargo, también tenía esperanza de que el mismo Señor que siempre había estado junto a mí, continuaría caminando conmigo. El proceso de mi integración fue impactante: el color de la gente, la lengua que hablaban, etc. hacía que me sintiera aturdida. Pero lo que hizo que realmente me considerara pequeña y humilde fue, que la gente, incluso sabiendo que yo era todavía nueva, me hablaba en tagalo. ¡Sentí como si el mundo se  derrumbara! Sin embargo, el espíritu acogedor, las gentilezas encantadoras del pueblo filipino y, sobre todo, la compañía de nuestras Hermanas era algo muy consolador. Me di cuenta de que necesitaba ser paciente conmigo misma y con los demás.

BULAN fue mi primera Comunidad, con otras dos Hermanas Eithne y Vivian como pioneras. Vivíamos en una casa alquilada y después de un año, nos mudamos a otra casa, construida en un terreno del “CEMENTERIO” asignado únicamente a los ocupantes ilegales, con quienes compartimos nuestra vida. En tal ambiente era posible establecer relaciones simples, para llegar a conocer a las personas, sus creencias, valores y todo lo demás. Teníamos un montón de tiempo, pero no sabíamos qué hacer con nosotras mismas, lo cual fue una experiencia muy frustrante durante bastante tiempo.

La suerte fue tener un buen pastor, Fr. Anghel. Era nuestro párroco que  nos dijo que las tres podíamos unirnos a los Moderadores Pastorales para hacer la ronda visitando las subestaciones, pero sin hacer nada especial.  Con el tiempo pudimos participar en algunas actividades e ir tomando gradualmente la plena responsabilidad del Ministerio de Catequesis, y la formación de 180 catequistas. Recuerdo los días en que fuimos de casa en casa para pedir algo de dinero y arroz para alimentar a los catequistas durante sus seminarios mensuales. Seguí realizando el Ministerio de la Catequesis en las 4 Comunidades donde me asignaron.

Estudié el idioma, aunque interesante, cuando se trataba de la conversación, a menudo me quedaba atascada. Dudaba en abrir la boca hasta que tenía toda la frase perfectamente correcta de acuerdo con la gramática, mientras que algunas de mis compañeras, bien o mal, se expresaban. Hubo momentos en que solíamos cometer errores horribles y después nos reíamos. Una vez, cuando una Hermana me preguntó el nombre de mi maestra compañera  de viaje en el barco, en lugar de decir la señora Hermosa, me recuerdo a mí misma diciendo "Mrs. Tsismis- ", que significa la señora “chisme". Todas tuvimos la oportunidad de estudiar la lengua oficial hablada en todo el País. Pero después de estudiar el nuevo idioma con toda la ilusión, nos enviaron a otra Región, donde se hablaba un dialecto. ¡Fue algo frustrante! ¡Paciencia! ¡Paciencia!

Yo solía disfrutar en las reuniones que se hacían para seminarios,  celebraciones y acontecimientos como bodas y funerales, donde nos reuníamos y conocíamos a mucha gente. Los filipinos son personas de corazón muy cálido, y una vez que confían en ti, comparten sus alegrías y tristezas, y son fieles hasta el final.

Filipinas es un país en el que casi el 87 por ciento de la población se declaran católicos, pero la mayoría de ellos son católicos de nombre incluso sin los conocimientos básicos de la doctrina cristiana. El número de sacerdotes y religiosos no está en proporción con el gran número de laicos. De ahí la necesidad de que haya más laicos capacitados para ministerios pastorales y catequéticos. Se espera que las Comunidades Eclesiales de Base,  respondan a estas necesidades.

Los filipinos son muy conocidos por su hospitalidad y generosidad. Independientemente de que se trate de ricos o pobres siempre se da la bienvenida al extranjero. Especialmente durante las fiestas, todos son bienvenidos a participar en la comida familiar, incluso sin ser invitado. Hay un dicho que expresa la generosidad filipina: "el cielo es el límite". Allí aprendí la Espiritualidad de la "espera" y la celebración de la vida, aunque posean pocas cosas, viven llenos de alegría y gratitud diciendo: 'Salamat sa Dios' (Gracias a Dios) 'Sa awa ng Dios' (Por la misericordia de Dios) son las palabras que a menudo se oyen caer de sus labios. Su piedad y fe son muy simples. Puede que no sepan bien el Catecismo, pero aman al Señor y a su Madre bendita como si todavía estuvieran vivos y los vieran con sus ojos.

Es difícil poner en unas pocas páginas lo que he experimentado en un cuarto de siglo. No he perdido nada por estar en las Misiones, pero he ganado todo lo que no tendría si hubiera realizado mi ministerio tradicional. Hay un tiempo para todo. Todas las cosas buenas llegan a su fin, como nuestra vida terrenal. Ahora, al volver a mi Provincia de origen, mi equipaje no me pesaba mucho, pero sí mi corazón, lleno de todo tipo de recuerdos del país de Misión. Mi camino continuará como había sido planeado desde la eternidad. Un misionero no es más que un peregrino, esta es mi experiencia. En medio de todo tipo de situaciones y sentimientos, la llamada es: buscar a Solo Dios en todo y en cada situación.

 

Salamat sa iyo O Dios, Mabuhay Pilipinas!

Sr. Aquinas