FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

La inspiración fundamental de Pedro Bienvenido Noailles fue percibir la Sagrada Familia de Jesús María y José como “dulce imagen de la Trinidad y germen de la Iglesia”. Para él, así como para cada creyente , el Misterio de la Santísima Trinidad es el misterio inefable, incomunicable, e imposible de conocer si no es a través de la Encarnación del Hijo Único, Jesús de Nazaret. Hijo de María , y “reconocido como hijo de José.”

FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

 

 

La inspiración fundamental de Pedro Bienvenido Noailles fue percibir la Sagrada Familia de Jesús María y José como “dulce imagen de la Trinidad y germen de la Iglesia”. Para él,  así  como para cada creyente , el Misterio de la Santísima Trinidad es el misterio inefable, incomunicable, e imposible de conocer si no es a través de la Encarnación  del Hijo Único, Jesús de Nazaret. Hijo de María , y “reconocido como hijo de José.”

 

Solo podemos acercarnos de rodillas a este misterio de la Trinidad en la Unidad del Padre, del Hijo,  y del Espíritu Santo, es decir  en un gesto de adoración amorosa donde se desvanece toda palabra y se expansiona el amor. Es la única actitud que nos permite entrar en comunión con la Vida íntima de Dios en tres personas, de donde brota  la vida “donde se desarrolla la vida del universo y se manifiesta  a lo largo de la Historia de la Salvación.” (R.P.C nº 167)

 

Puede ser que hablemos de este misterio inaudito como si poseyéramos un  conocimiento seguro, sin embargo sobrepasa todo entendimiento. Es el misterio,    fundamental de la  vida cristiana, misterio que está en el origen del Bautismo, de nuestro ser de hijos de Dios.

 

judío que se hizo cristiano y fue sacerdote jesuita, decía a un hermano: “tan sacerdote y jesuita como soy tú no puede saber lo que significa para mí creer en un solo Dios en tres personas.”  En efecto, la profesión tradicional de fe de Israel dice: “Escucha Israel,  el Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas.” (Deut 6,4) La formula “el único Señor” afirma que el Dios de Israel no puede dividirse, ni multiplicarse. Y para  el hermano jesuita, hacerse consciente a su vez de la grandeza increíble del misterio de la Encarnación del Hijo único de Dios. Sin la Encarnación  no podemos “saber ni conocer” el misterio del Dios uno y trino. Es Jesús, Verbo hecho carne, quien nos lo revela, y el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, quien nos hace capaces de estar en comunión con este Dios,  Uno  y Trino.

 

El misterio de la Trinidad es inaccesible para todo creyente. El peligro para el creyente de siempre es hablar de él con una facilidad o una comprensión que puede conducir a cuestionarnos  sobre lo que verdaderamente comprendemos.  El más pequeño que verdaderamente cree, es mayor que el sabio, sea teólogo o exegeta, a menos que el uno y el otro se pongan de rodillas y adoren. San Pablo escribe a los romanos: “Si confiesas con la boca que Jesús es Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás.” (10,9) Y a los Gálatas: “Cuando se cumplió el plazo , Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley para que rescatase a los que estaban  sometidos a la ley y nosotros recibiéramos la condición de hijos. Y como somos  hijos, Dios infundió en nuestros  corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: Abba,  es decir, Padre. De modo que no eres esclavo sino hijo; y si eres hijo eres heredero por voluntad de Dios.” (Gal 4,4-7).

 

La fiesta de la Santísima Trinidad es, al mismo tiempo, fiesta de nuestra filiación adoptiva, hijos en el Hijo único. De ahí la acción de gracias, el agradecimiento, la fe renovada en el Amor de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Lejos de entristecernos, porque no comprendemos este misterio, debemos alegrarnos y agradecer por lo que significa para todos los humanos ser hijos de Dios y proclamarlo  a través de toda nuestra vida, entregándonos a ese Amor que “nos amó primero.” 1Jn 4,19).

 

Françoise Daigneault.