Al comienzo de este capítulo nos disponemos a entrar comunitariamente en un proceso de discernimiento espiritual. Necesitamos ponernos todas y cada una en actitud de escucha, de apertura, de libertad interior para poder acoger el querer de Dios sobre nuestro Instituto en esta etapa de nuestra historia.
Dios quiere para nosotras la vida en abundancia (cfr Jn 10, 10) y nos quiere portadoras de vida para la humanidad. ¿Cómo podemos ponernos en sintonía con Dios para dejarnos conducir con docilidad por sus caminos? Que el Señor abra nuestros oídos para escuchar como discípulas (cfr Is 50, 4)
Proponemos una Lectio divina a partir de uno de estos textos: Ez. 37, 1-14 Is 44, 1-8 Jn. 3, 1-15
PASOS PARA LA LECTURA ORANTE DE LA PALABRA Por LECTURA se entiende la lectura del texto que se ha escogido, intentando captar las pautas (la estructura), las palabras clave, los personajes, las acciones y sus calificaciones, colocándolo en el contexto del libro bíblico al que el texto pertenece y en el contexto, sea de toda la Escritura, sea de la época actual (nosotras leemos el texto “hoy”). Este momento a menudo pasa inadvertido, porque se tiene la impresión de conocer el texto y de quizás haberlo leído y escuchado muchas veces. Pero el texto hay que leerlo cada vez como si fuera la primera vez y, si se analiza en manera simple, revelará aspectos que hasta ahora estaban escondidos o implícitos. Se trata en sustancia de responder a la pregunta: ¿QUÉ DICE ESTE TEXTO? MEDITACIÓN Por MEDITACION se entiende la reflexión sobre los mensajes del texto, sobre los valores permanentes que nos transmite, sobre las coordenadas del actuar divino que nos da a conocer. Se trata de responder a las preguntas: ¿QUÉ NOS DICE ESTE TEXTO? ¿CUÁLES SON LOS MENSAJES Y VALORES QUE NOS COMUNICA? CONTEMPLACIÓN U ORACIÓN Por CONTEMPLACIÓN U ORACIÓN se entiende el momento más personal de la lectio divina, en el que YO ENTRO EN DIÁLOGO CON AQUEL QUE ME HABLA A TRAVÉS DEL TEXTO y a través de toda la Escritura. ACCIÓN ¿A QUÉ ME COMPROMETE ESTA PALABRA? Esta lectura bíblica conduce a todas hacia aquella Palabra en la que reencontramos nuestra unidad y al mismo tiempo enardece nuestros corazones como les les ocurrió a los dos discípulos en el camino hacia Emaús: “¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino, cuando nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 3). En esta línea del ardor del corazón concentrado en la Palabra es posible esperar una transformación y sintonizar con el querer de Dios.