‘Toda la oscuridad del mundo jamas podrá apagar la luZ de una velita’

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (GS 1) y nosotros, como Sagrada Familia en España nos hemos sentido llamados a ayudar a nuestros hermanos que se encuentran huyendo de sus hogares por la terrible guerra.

Así han ido surgiendo distintas iniciativas a lo largo y ancho del mundo, y de forma concreta también en España, de acogida, de apoyo y ayuda, de movilización colectiva en la que nosotros, como miembros de la Sagrada Familia estamos colaborando. A título de ejemplo, compartimos algunas de ellas:

 La Comunidad apostólica de San Sebastián vive en el Seminario donde, actualmente, hay un buen número de habitaciones libres. Nuestras hermanas recibieron una llamada de la diócesis de Tarazona pidiéndoles acoger por una noche a un grupo de refugiados ucranianos que iban de viaje. Ellas mismas nos lo cuentan:

¡Qué experiencia! No es lo mismo ver en la tele o escuchar en la radio las noticias de Ucrania, que acoger a la gente de ese país entre nosotras y estrecharnos en un abrazo bañado en lágrimas. Nadie se acordó del Covid, porque nos habían contagiado su dolor y sufrimiento que era superior a todo virus. ¡Qué encuentro tan gozoso por tener esta oportunidad de compartir con ellos, y qué doloroso, también, al ver a nuestros hermanos llorando y sufriendo las consecuencias de esta cruel guerra.

Pues, ¿qué hemos vivido? Ayer, 12 de marzo, nos pidieron acoger a un grupo de ucranianos que iban de camino hacia Tarazona y necesitaban hacer noche en algún lugar. Primero se nos comunicó que llegarían a cenar, dormir y desayunar. Más tarde avisaron que habían tenido que parar varias veces durante el viaje y se retrasaban mucho y cenarían en el camino en tierra francesa.

Los seminaristas y algunas de nosotras nos ofrecimos a esperarles. Las doce, la una, las tres…; a las cuatro de la madrugada sonó el teléfono avisando que estaban ya cerca.

Aquí se han alojado los chóferes y cinco familias (madres con sus hijos pequeños y alguna adolescente; los maridos y los hijos mayores se han quedado en la guerra…). El resto, hasta 80, se les ha derivado a un albergue que está cerca de aquí. Esta mañana, domingo han desayunado aquí todos juntos. ¡Qué abrazos y qué gestos de agradecimiento! Agradecidas nos sentimos nosotras por esta oportunidad de ‘tocar’ de cerca el terrible sufrimiento que están viviendo estas hermanas y hermanos nuestros y mirar la situación desde sus ojos. Después del desayuno han pasado un buen rato juntos en los patios del seminario; muchos admirados también de ver por primera vez el mar. En el momento que llegaron llovía torrencialmente pero luego amaneció con sol y pudieron disfrutar del paisaje. De ese momento son las fotos que mandamos.

Todo esto ha sido una iniciativa de un grupo de la diócesis de Tarazona. Uno de ellos, preguntándose “qué podemos hacer para ofrecer una ayuda humanitaria en esta situación”, comentó con otros y así se juntaron 18 choferes dispuestos con sus furgonetas a ir a buscar hasta Varsovia (2.800 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta). Prepararon 9 furgonetas con los debidos permisos y autorizaciones y con dos chóferes para cada una. Nos comentaban que la diócesis de Tarazona se ha volcado ante esta situación. Era impresionante ver la dedicación y el interés de estos hombres. Nos contaron también que, al terminar de llenar las nueve furgonetas, apareció una madre con tres hijas y algunas personas más que miraban ansiosas de poder subir también a las furgonetas. Alquilaron allí otra furgoneta y las pudieron traer también ¡qué grandeza la de estos hombres! Tienen que regresar a entregarla.

No sabían cómo agradecernos y les repetíamos que los agradecidas éramos nosotras por poder ofrecer este pequeño servicio. Después de esta parada en Donostia, hacia las once salieron hacia Tarazona donde les esperaban para un recibimiento oficial. Se van a alojar en el Seminario de esta diócesis.

No podíamos dejar de contar esta experiencia porque nos ha tocado a todas y todos muy profundamente. Cuando nos preguntáis ¿qué hacéis vosotras en el seminario? Podemos responder que tratamos de acoger lo que se presenta cada día y tratar de dar la respuesta que está en nuestra mano, como en este caso.

Otra experiencia que nos gustaría compartir con vosotros, nos llega desde el grupo de asociados laicos de Málaga:

En el momento en que llegó a nuestras manos la primera lista de artículos que solicitaba la asociación MAYDAN, formada por ucranianos residentes en Málaga, algo se estremeció en nuestro interior y sentimos que debíamos colaborar con ellos. Comenzamos proponiendo contribuir con una parte del dinero del fondo social de los asociados laicos de España. Una parte del mismo se hará llegar a nuestras hermanas apostólicas en Polonia que acogen a tantos refugiados y otra servirá para colaborar con las comunidades de oblatos que siguen trabajando en Ucrania.

Pero pronto vimos que, además de esta colaboración económica era necesario mucho más, y empezamos a movernos y a aportar individualmente, animando a nuestros familiares a hacerlo.

Tratamos de aprovechar al máximo cada céntimo que habíamos reunido por eso, para los medicamentos, decidimos recurrir a una farmacéutica conocida para que nos buscase los artículos a mejor precio, y cual fue nuestra sorpresa al ver que, no sólo había decidido aportar su granito de arena, sino que lo había hecho duplicando el importe que nosotros le habíamos abonado.

Y con todo comprado y empaquetado lo llevamos a las instalaciones cedidas a la asociación: unas cuantas plazas en un parking de autocaravanas. Y cuánto agradecimiento, cuánto cariño y cuanta servicialidad se sentía en ese lugar. Decenas de personas trabajando en cadena, ordenando ropa o empaquetando comida, pero en todos sus rostros se adivinaba bajo la mascarilla una sonrisa, similar a la nuestra cuando varios hombres se acercaron a nuestro coche para descargar las cajas y bolsas con la comida, medicamentos, mantas y algunos peluches para los más pequeños. Cuando les preguntabas qué más necesitaban respondían con infinito agradecimiento y relatando las historias que sus familiares les narran desde allí, y era inevitable sentir cómo nuestro corazón se conmovía y nos ponía de nuevo en marcha en busca de más cajas, de más ayuda.

Llevamos muchos meses ayudando a familias del barrio con escasos recursos y colaborando con los hermanos de San Juan de Dios, y ahora hemos visto otra vía para colaborar con los refugiados que llegan a nuestra tierra.

En esta situación ponemos más que nunca nuestra fe y nuestra esperanza en Cristo Resucitado pidiendo que libere al hombre y al universo para que brote de nuevo la paz, que ésta se instale en nuestros ánimos y en el corazón de toda la humanidad, creada por Dios a su imagen y semejanza. Por eso, toda la Familia de Pedro Bienvenido en España, con sus cinco vocaciones, nos hemos unido el segundo domingo de Pascua en una oración virtual por la paz, como Familia que camina unida, con un solo corazón y una sola alma. Jesús nos envía siempre, pero muy especialmente en este Bicentenario de la Bendición Milagrosa y en esta oración común pedimos juntos la paz, y la reconciliación. Paz para nuestro mundo, paz en el corazón de cada hombre y cada mujer, paz para nuestra casa común.

 Desde la Sagrada Familia en España queremos seguir viviendo lo que Ana María Alcalde nos decía ya hace tiempo: “que nos acerquemos lo más posible al mundo del dolor, pobreza, marginación… en directo, y dejemos que estas situaciones nos afecten” (Circular 319).

 El Equipo intervocacional de Información de España.