¡La vida clama y clama! ¡Quiero escuchar su voz!

Los días 23 y 24 de noviembre tuve la gracia de poder participar por segunda o tercera vez del Congreso de la “Red Infancia robada”, una ONG Fundada por una religiosa, hace 10 años, que trata de la violencia que sufren los niños y adolescentes, con temas tan amplios como: abuso sexual de niños, maltrato en la familia, embarazo precoz, explotación laboral de niños, venta de órganos, etc.

Todos los ponentes eran personas especialistas en los temas, que dieron muchas luces y sobre todo movieron corazones para preguntarnos ¿y yo qué en todo esto? No son temas ajenos a lo que ya hacemos, pero tal vez nos ayudaría hacerlo incorporadas a esta u otra red, para tener más apoyo y más acierto en lo que hacemos.

Me gustó la presencia de un considerable número de sacerdotes y religiosas comprometidos en esta causa. Cuando la iglesia está siendo tan vapuleada desde fuera y desde dentro, me alegré ver este compromiso y este riesgo, como Jesús, en favor de los más sufrientes.

Algunos testimonios fueron espeluznantes. Para llorar o para vomitar por lo imposible de ser digeridos sin que se revuelva el estómago. Palpar tanto mal en algunas personas solo me remitía a Jesús diciendo: ¡Vos sabes de esto! ¡Ayúdanos a conocer los caminos que conducen a la vida!

Pero a la vez ver tanta gente de todas las clases sociales, la mayoría profesionales, que dedican parte de su tiempo para dar un poco de contención y ayuda a los que la vida les puso en ese lugar de tanto sufrimiento, me anima a superar los pequeños obstáculos cotidianos y seguir apostando por la vida, aunque duela, aunque sea mucha la oscuridad y la soledad. Pero los ojos llorosos de los que sufren y la sonrisa dulce de los que se sienten contenidos, son el mejor aliciente para no abandonar la entrega de esa pequeña luz, que, junto a otras pequeñas luces, puede encender una hoguera.

Entresaco algunas afirmaciones que quedaron resonando en mi:

“A las víctimas empoderadas, en general no se les cree. Se espera que las víctimas se manifiesten tristes, sin fuerzas, vulnerables”.

“La mayoría de los que perpetran esos hechos aberrantes son varones, no porque sean peores, sino porque está detrás una cuestión cultural”

“La ternura es la gran reparadora de los daños causados”.

“Es necesario plantear el concepto de nuevas masculinidades”.

“El corazón de los foros de Infancia, es la escucha a los sobrevivientes”

“Crear espacio de capacitación y contención para cuidar a los que cuidan”. Para esto la organización abrirá dentro de poco, una escuela de formación virtual.

Se terminó el congreso con una síntesis creativa hecha por una titiritera que nos ha animado a hacer lo poco o lo mucho que podamos. Nos animó a creer que todo lo que ya estamos haciendo es muchísimo, aunque sea muchísimo lo que aún falta.

Un libro sugerido para quienes les interesa el tema es: “EL DOLOR INVISIBLE DE LA INFANCIA” de Jorge Barudy.

Sigamos adelante, con los ojos abiertos para estar en contacto con la realidad, con los pies dispuestos para ir al encuentro del que clama nuestra atención, y con el corazón capaz de conmoverse ante el dolor y jugarse por la vida.

“¡Si no es ahora! ¿Entonces cuándo?”

 Tere Beck