“Cuando una congregación deja de centrarse en sí misma, adquiere un poder, moldeado por su carisma y su sueño contemplativo, que responde a las necesidades de los tiempos”.
(Vida religiosa para nuestro mundo) Este fue el tema central de la oración del día decimocuarto.
El cruce de caminos…
Estos tres días (13º-15º de la celebración del Capítulo) fueron muy valiosos y, al considerar el futuro, se pudo avanzar. Este único camino del Capítulo requirió fortaleza para dejar todo lo que no es esencial. El proceso de “dejar ir y dejar venir” estableció una conexión más profunda con el compromiso de las Delegadas para procurar la vida del “todo”.
Las Capitulares trabajaron en grupos pequeños, centrados en diferentes temas. Al escuchar y hablar generativamente, se comprometieron a compartir un mismo proyecto. Esta experiencia creó la energía necesaria para convertirlas en “agentes del cambio”. Se requiere mucho trabajo para asegurar que las propuestas adoptadas sean verdaderamente transformadoras para el Instituto y para todo el Cuerpo.
A veces, también se podía sentir una cierta resistencia... formas de pensar, emociones encontradas y falta de voluntad para arriesgarse a dar un salto hacia lo desconocido y lo no acostumbrado
Las desafiantes intervenciones del Facilitador, en ocasiones, sorprendieron y sacudieron a las Delegadas. Se les hizo conscientes de su situación, si se seguían utilizando los mismos modelos repetitivos, y al mismo tiempo esperaban que surgiera algo nuevo. Como resultado de este impacto positivo, pudieron enfrentar su realidad como grupo.
Celebrando la luz:
“Porque yo conozco mis designios sobre vosotros, dice el Señor, designios de prosperidad, no de desgracia, de daros un porvenir y una esperanza”. -Jeremías 29,11- (de la oración del último día).
Este camino del Capítulo requirió especialmente mucho compromiso. Los diferentes horarios establecieron necesariamente el número de horas de reunión e impusieron límites de tiempo. El uso constante de la pantalla también pudo resultar bastante agotador. Sin embargo, estas 56 mujeres de la Sagrada Familia enfrentaron los desafíos que se les presentaron, permaneciendo fieles a sus roles y compromisos, y finalmente pudieron ver que la luz brillaba en un camino antes sombrío, dándoles fuerza y valor para seguir adelante.
Hubo una fuerte sensación de que, aunque las Sesiones-Capítulo casi han terminado, el trabajo del Capítulo no ha terminado - se han elegido las propuestas, con gran potencial, para generar cambios, para ayudarnos a seguir viviendo nuestro proyecto - pero el camino a seguir solo puede hacerse caminando juntas hacia un objetivo común: la misión de Dios. Entonces, en cada Unidad, así como en el Todo, hay mucho que moldear y crecer, para acoger lo nuevo y para encontrar formas de tomar nuevas iniciativas.
Cuando llego el último día, confiando en los caminos de Dios para guiarlos, las Capitulares expresaron una vez más su gratitud, alegría y esperanza para la Sagrada Familia en su siglo III.
"Plantamos las semillas que un día crecerán; regamos semillas ya plantadas, sabiendo que encierran una promesa futura”. (Obispo Oscar Romero)